LOS EXTRATERRESTRES

De todas las cosas que no existen las más chulas son las sirenas y luego, ahí, ahí, los extraterrestres. Habrá quien altere el orden o, habiendo gente para todo, quienes sitúen delante de ambas al Capitán Nemo, Cyrano o Romeo. Por mí, allá ellos. No siendo cosa de dar explicaciones sobre los fetiches, que para eso se pintan colores, sólo decir que las sirenas cada uno las imagina como mejor le viene en gana. A su gusto soberano. Las sirenas tienen la cosa de ser antiguas, que llevan nadando entre aguas, versos y tomos eruditos ni se sabe cuanto. En ese tiempo largo se las buscó y rebuscó y, finalmente, fueron descartadas. Ya ni los farsantes se acercan a ellas como se acercaban, con maravillosos relatos y burdos esqueletos de linóleo y crin. Y ahí han quedado, materia sólo para románticos, que nos limitamos fantasear, sabiendo que las fantaseamos, poniéndoles y quitándoles detalles de gusto personal.

Los extraterrestres, por contra, tienen la cosa de la novedad, que les da una frescura que no es más que la imaginación desbordada. Así es que no tenemos de ellos una idea clara, no hay un extraterrestre canónico sobre el que fantasear. Por otra parte, como las sirenas dieron, dan aún materia para sesudas discusiones teóricas y delirantes testimonios. Por su novedad el hacerles las buscas aún no es inequívoco síntoma de insania o estafa. Según quién y cuándo puede ser incluso una seria actividad científica. Podemos encontrar, por eso, cálculos con fundamento sobre el número de planetas que podrían albergar vida, las posibilidades de que sea inteligente y las probabilidades de que sean más avanzados que nosotros. Hay incluso quienes, manos a la obra, buscando de verdad, chapotean en charcas sulfurosas para encontrar bacterias que pudieran vivir en Marte.

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LA AMISTAD

Hay que tener mucho cuidado con los amigos. Los amigos son un vicio en el que todos, más o menos, acabamos cayendo, especialmente en la infancia y la juventud. Somos animales gregarios y además, al contrario de las cabras o los escorpiones, nacemos inexpertos y fiamos parte de quienes somos al aprendizaje. Una parte pequeña, es cierto, pero en cantidad suficiente para arruinarnos la vida o, con suerte, aprender a trampearla con elegancia. Así que en ocasiones caemos, inadvertidamente, en la amistad.

La amistad, desde luego, no consiste en contarse las penas o hacerse confidencias. Posiblemente sea lo contrario. Se trataría de no hablar de intrascendencias y evitar por cualquier medio hacer valoraciones sobre los asuntos importantes. Puede uno, sin menoscabo de ese extraño e inaprensible vínculo, hablar de sistemas electorales, dadaísmo, bauhaus o migraciones en la Europa medieval. Cosas menos abstractas o más modernas acabarán corroyéndola.

La amistad, al contrario de lo generalmente pensado, es un pacto por el cual te comprometes a no revelar nunca al amigo cuál es tu verdadera opinión sobre él. Y a cambio nunca recibirás de él su verdadera opinión sobre ti. Eso porque las verdaderas opiniones, las verdades en general, son altamente corrosivas, si no letales. La mayoría ni siquiera soportaríamos saber nuestra verdadera opinión sobre nosotros mismos. Eso es algo que se ha de guardar para casos y circunstancias extremadamente raros y trascendentales. Finales de películas y momentos así.

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APOSTILLAS A LAS INSTRUCCIONES PARA IRSE

Publicadas en el CHOPSUEY FANZINE ON THE ROCKS las INSTRUCCIONES PARA IRSE, deconstrucción de una acción aparentemente simple, a las tesis allí expuestas se hicieron agudos comentarios y opusieron interesantes objeciones. Todas ellas, las que comparto y las que no, añaden sutileza al análisis inicial. Aquí las comento, asumiendo unas e intentando refutar otras.

PIRATAJENNY y HOLMESS afirman que la muerte ha de ser considerado un irse. Discrepo. En primer lugar irse no exige el presupuesto de vida, puesto que la Roomba, el mejor amigo del hombre soltero, ejecuta el irse con desparpajo y de tal máquina no es predicable la vida. Tampoco todo lo vivo es susceptible de ejecutar la acción, véase como ejemplo en el reino animal el percebe y el árbol en el vegetal. Así resulta que, como se decía, irse exige “una cierta complejidad”, a falta de un mejor concepto.

Si la avería fatal, trasunto de la muerte, no es suficiente para que se considere que la Roomba salga del aquí para situarse en un no-aquí, tampoco la muerte del ser vivo que tenga capacidad de desplazarse producirá un desplazamiento del aquí en el que se halle a un no-aquí.

Un ser vivo capaz de ejecutar la acción de irse, situado en un aquí, podría formular la hipótesis de PIRATA y HOLMESS. La muerte es un irse. Sería sólo una hipótesis que cualquier observador podría desmentir al advertir que exactamente tras la muerte del sujeto éste sigue estando, muerto, en el aquí, sin ejecución de desplazamiento alguno. El observador vería, como indica PERROANTONIO, un cambio de estado de una máquina térmica.

Un sujeto observador con empatía, es decir, capaz de ejecutar en sí los procesos de la teoría de la mente tal y como la expone Baron-Cohen, ante la muerte del sujeto agente, podría usar el lenguaje metafóricamente y considerar que éste, al morir, se ha ido. Pero esa afirmación estaría teñida de la misma subjetividad que la hipótesis mencionada del agente que se plantea su muerte. Ese observador se estaría poniendo en la situación del sujeto agente.

GENGIS KANT plantea el haberse ido o el llegar a irse. Un observador, llegado al caso, podría tomar por cierto que, estando un sujeto en el no-aquí, ha estado antes en el aquí. Esto es lógicamente posible, baste mencionar lo expuesto en “Bertelmann’s Socks and the nature of reality”.

Dr. Bertelmann likes to wear two socks of different colours. Which color he will have on a given foot on a given day is quite unpredictable. But when you see (fig 1) that the first sock is pink you can be already sure that the second sock will not be pink. Observation of the first, and experiencie of Bertelmann, gives inmediate information about the second.

En determinado casos el observador, advirtiendo que el sujeto está en no-aquí, puede deducir con certeza que antes estuvo en el aquí y, por ello, ejecutó un irse. Ello exige, no obstante, ciertas condiciones iniciales que no siempre se producen.

Respecto del llegar a irse, puede, mutatis mutandis, aplicarse lo de los calcetines. Hay aquís que no permiten, por su propia esencia, un estar indefinido. El observador de un avión en un punto determinado del cielo puede formular la hipótesis de que se moverá de ese allí en el que está en la confianza de que, en un elevadísimo porcentaje de los casos, ese irse se producirá.

Más dudas plantea lo expuesto por el mismo GENGIS KANT sobre la literatura. En tal formulación al sujeto imaginado del irse, el personaje, le falta la complejidad necesaria para irse. Por muy complejo que nos parezca, en realidad carece de ella. El personaje es ido por el autor. Sólo en la mente del observador se produciría la impresión del desplazamiento en que el irse consiste, pero en la realidad éste no se habría producido.

Entrar en lo imaginario trae a la atención el interesante supuesto de seres complejos existentes en un mundo virtual. Un sujeto virtual, pongamos un virus informático capaz de duplicarse y transmitirse de un sistema a otro, cumple todos los requisitos exigibles al sujeto real. Cabe la duda de si los aquí y no-aquí virtuales y el movimiento del disco a la memoria, por ejemplo, suponen un irse calificable como tal.

Entiendo que la respuesta ha de ser negativa. Un ser virtual no se mueve, se copia a otro lugar. Estando en el aquí hace una copia de sí mismo en un lugar no-aquí. Para dejar de estar en el aquí, el sujeto virtual duplicado, desde el lugar en el que se encuentra en el no aquí elimina al original que ha quedado en el aquí. Nos encontramos así que hay sujeto complejo, hay posibilidad de un aquí y de un no-aquí, pero no se ejecuta un irse, sino una duplicación y una eliminación del original. No hay desplazamiento.

Completamente de acuerdo con la puntualización de GENGIS KANT referida a que el aquí no exige ser mayor que el sujeto de irse, basta, efectivamente, con que sea igual en tamaño y necesariamente distinto.

E igualmente de acuerdo con todo lo dicho por GENGIS KANT al respecto de la irrelevancia, para la deconstrucción de irse, de las circunstancias del allí, basta la determinación del no-aquí que incluye, como en el comentario indica: “El allí, respecto a cada movimiento concreto, es exclusivamente el lugar al que se llega; el no-aquí, también aquél por el que se pasa.”

INSTRUCCIONES PARA IRSE

“Si me queréis, irse.”

-Dolores Flores Ruiz, 1983

Irse, acción aparentemente sencilla, exige unos presupuestos y supone unas consecuencias que de ordinario se escapan a la consciencia opacadas por la vorágine de la experiencia real. Desmenuzarla en sus componentes, examinar sus presupuestos lógicos, desvela el sustrato del pensamiento y los esquemas preconcebidos que moldean nuestra experiencia de lo real. Todos creemos saber qué es irse, pero el contenido de ese conocimiento está fijado por esquemas culturales que se superponen a la realidad cognoscible y quedan ocultos tras la superestructura del lenguaje.

En una primera aproximación podremos advertir que para irse es necesario estar. Así descubrimos que estar e irse son acciones estrechamente relacionadas, apareciendo la primera no sólo como antecedente sino también, en su vertiente negativa, como consecuente necesario. En definitiva, si previamente al inicio de la acción de irse no se está ésta deviene imposible; y como resultado de una exitosa acción de irse obtendremos un no-estar.

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MANTENIMIENTO PERCUSIVO

A la rueda pinchada le damos dos patadas. A la bombilla que no enciende y a la agujita del ampli que no sube, golpecitos con el dedo. A la máquina de tabaco que se traga la moneda la abofeteamos como Ford a la Hayworth.

Ofuscados, esos golpes los damos con energía, esperando confiados que la rueda se hinche o el televisor se repare. Presumimos que esa muestra de poder, confianza y determinación los doblegue. Que la autoridad del gesto acabe con esas molestas manifestaciones de la inherente perversidad de los objetos inanimados. No suele pasar, según las estadísticas, pero insistimos. Pensamos, además, que nosotros somos quienes mejor damos los golpes y por ello no es infrecuente ver cómo los comensales palmean por turnos al atragantado. Sé de una boda en la que todos los invitados por parte de la novia fueron haciendo fila para atizarle al padrino, que falleció azulado y azorado, mirándolos impotente, incapaz de agradecer de viva voz tantas atenciones y muestras de cariño.

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DIOS MURIÓ PASTEURIZADO

Leo blogs y papers. Tengo una fe ciega en la ciencia como mi abuela se la tenía a la Virgen del Perpetuo Socorro. Ella miraba aquella foto y, con un gesto mecánico pero que evocaba una fe antigua, se santiguaba y pedía. Yo leo los blogs con una fe descreída y me sorprendo. No me atrevo a pedir porque sé que lo que venga será pagando, no como a mi abuela, que lo que le mandaba la Virgen le salía gratis, aunque nunca mandó mucho.

Así, leyendo, tropiezo con un estudio de un inglés que explica en detalle cómo la nostalgia contribuye a dar sentido a la vida. Que los nostálgicos le encuentran más sentido a su existencia al situarla en un marco amplio que la dota de una significación que todos, intuitivamente, sabemos que debería tener pero muchas veces no encontramos. Yo no puedo menos que asentir, pero no como asentiría un tipo cualquiera, sino como asiente un gallego al que le explican que la morriña es la esencia del ser. En fin, que asiento con la cabeza como ése tipo al que un jovenzuelo ilusionado le explica lo que hace mucho que ya sabe y ejerce. Somos, muy especialmente, lo que recordamos con afecto.

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NADA DE NADA

La nada posiblemente no tenga ningún interés, lo cual no sería para nada sorprendente, aunque resulta llamativo cuántas vueltas le damos a cosas sin importancia. Oscar Wilde dejó constancia de la tristeza que le provocaba la creciente dificultad de encontrar información verdaderamente inútil, así que seguramente sus lecturas debían de limitarse a libros de cocina y bricolaje. Pienso que hoy, con Internet, se quejaría de lo contrario, aunque también puede ser que se pasase el día reenviando por Whatsapp fotos de gatitos y pollas. Es lo que tiene imaginar, que todo se presenta como posible y te acaba entrando el vértigo de elegir. Hoy, para regocijo de Wilde, la mayoría nos dedicamos a la producción de cosas e ideas anodinas, afirmación que dejo caer pero sin señalar a nadie con el dedo, aparte del tipo del espejo. El reverso de esta actividad incesante es que llevando al límite lo banal, que es lo vano e insustancial, uno en ocasiones y sin querer se topa de bruces con la nada, como cuando sales a buscar setas y encuentras Rolex, y acabas planteándote si aquello es un hongo más o viene siendo lo que se llama una singularidad. Es decir, la duda de si la nada es el súmmum de lo inútil o un tesoro

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EL EFECTO SMITH

Ponerle nombres a las cosas es una perversión muy humana, algo que llevamos en los genes o en la sangre, eso ya según cada uno. Seguramente los hombres de las cavernas empezaron por bautizar tigres, dinosaurios, ríos y montañas y esto se nos ha quedado empotrado entre el córtex y la amígdala, o por ahí. O quizá fueron Adán y Eva al salir del Paraíso los que, sintiéndose sabios por haber zampado una manzana y ante un mundo nuevo, empezaron esta fiebre que, al igual que la música con Bach, llegó a su cima con Linneo. Así vemos que las niñas ponen inmediatamente nombres a las muñecas, los niños a su polla y los adultos bautizamos cada tontería con la que nos tropezamos: plantas, cometas, ecuaciones y literaturas. Hay que ponerle nombre a todo, rápidamente.

El furor de bautizar tiene su causa en que los nombres son extremadamente útiles porque apuntalan prejuicios y ayudan a vivir sin pensar, algo tan deseable que nos pasamos la vida estrujándonos el cerebro para conseguirlo. De izquierdas, de derechas, de ciencias, de letras, alemán, murciano. Los nombres son un descanso, una siesta, un sofá con su tele y su mando a distancia.

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AMARILLO INDIO

Amarilloindio exposición en el COAG de A Coruña.

Para ir documentado busqué en internet quien es Julio César Pérez y el perfil de Linkedin que encontré dice que es el que lanza los misiles balísticos en los USA, cosa que no me encajaba. Llamé a un par de contactos, hice que se movieran y se informaran. Ejercí de periodista y al final me soplaron que se trataba de un arquitecto joven, un coruñés con inquietudes y espíritu artístico metido en mil proyectos. Mi contacto más fiable me dijo que le había dado clases en la Escuela de Arquitectura. Perfectamente informado y con los deberes hechos me presenté y excepto lo de joven, todo falso. Es catalán y pintor y vive en Palma. Un pleno. Como es un tipo encantador supo perdonarme.
Si las bodas reales son a las 12 y los toros a las cinco, las exposiciones son a las ocho. Y a esa hora abrieron la puerta, canónicamente. Eso fue lo único canónico, porque los dibujillos de amarilloindio se escapan bastante de lo que se suele ver. Read More

MADERA DE HEROE

Tengo madera de héroe y vivo con el temor de verme en la necesidad de demostrarlo. Algunos pensarán que cómo es posible que diga esto un tipo que se queja cuando una mujer se empeña en quitarle un punto negro, un tipejo que necesita media hora en el baño para despegarse un esparadrapo con agua caliente. Lo cierto es que una cosa nada tiene que ver con la otra. Cioran, que elevaba un detalle al rango de categoría sin despeinarse, explica que en polaco no hay dos palabras para distinguir al valiente del temerario. Todos son valientes o todos son temerarios, según lo queramos ver. Yo de polaco lo único que sé, porque me lo explicó personalmente una polaca, es que curva, así como suena, es puta, pero me fío de Ciorán y sus lecturas insomnes. Si un pueblo tan civilizado como el polaco, lleno de pianistas, violinistas y actores, y bregado en tantas guerras, invasiones y retiradas, no tiene claro el límite entre una cosa y otra qué vamos a pretender saber nosotros. Esto quiere decir que todos, polacos incluidos, andamos un poco despistados con lo del valor, el dolor y los héroes.

Así me encuentro yo, con las aparentemente incompatibles certezas de tener madera de héroe, temer al dolor más que a la muerte, y al dentista más que a los dos juntos. Conviven al tiempo en mi alma, que es un alma normal, de andar por casa. Cohabitan, que dirían los franceses, que la gozan con los matices. Por si no se han fijado quiero hacerles notar que los héroes somos de natural taciturnos y algo huidizos, como que sin saberlo, pero intuyéndolo, andamos evitando la necesidad de demostrarlo. Somos tipos normalillos hasta que nos toca ser héroes. Y es que ya Schopenhauer dejó dicho que el valor es una virtud de subteniente, dejando claro que es un carisma del que se adornan los mediocres para intentar brillar y medrar. Y no puedo más que darle un poco la razón, porque hacer demostraciones de valía es un poco de pobres. Y los héroes lo evitamos casi por cualquier medio, sabiéndonos vulnerables.

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