((S+C) x (B + F)) / (T-V)

Un científico inglés ha hecho público el resultado de sus investigaciones. El sesudo Dr. Holmes de la Universidad de Manchester, luego de medir y pesar —eso es la ciencia— un ingente número, ha descubierto la fórmula del culo perfecto. La fórmula que preocupando a unos tranquilizará a otros.
Habrá a quien tal cosa le parezca banal o estúpida. A quien los descubrimientos de la ciencia se traigan floja. A quien la felicidad del prójimo y la prójima lleguen incluso a irritarle. Pero a la inmensa mayoría de la humanidad, a la práctica totalidad de los seres humanos, ciertos avances científicos nos cambian la vida. Read More

CUANDO ES ASÍ

Ese instante en el que la noche ya es noche suele encontrarme tecleando en mi ordenador. Entonces ella viene, acercándose desde atrás, y me besa, antes de irse a cama.

Otras veces en lugar de venir, viene y en lugar de besarme, me besa. Suele haber en esas ocasiones algo distinto. Un olor a jabón, el frescor de una ducha en la piel, una colonia distinta, unas bragas especialmente favorecedoras, una sonrisa tímida o simplemente unas manos que se acercan demasiado a ciertas partes o me tocan casualmente pero con intención.

Cuando es así suele acabar sobre la mesa con las piernas abiertas sonriendo al mundo. Hay cosas con las que no se juega y a mi si me buscan me encuentran.

SENTIMIENTO Y RAZÓN

El coño, con sus vueltas, revueltas, pliegues, complejidades y usos variados es esencialmente contradictorio y sentimental. El coño es voluta, exceso, adorno y efecto. Es trampantojo barroco. El culo, por contra, es visualmente comprensible, anatómicamente adaptado a su única función, de operación sencilla y evidentemente racional. El culo huye de la confusión y se muestra tal cual es: Bauhaus.

DE QUÉ COLOR

De pronto la ansiedad me invade. El deseo de ti, de tocarte el culo. La necesidad física de deslizar mi mano por tu espalda, bajo el jersey, sintiendo el cierre del sostén, rascando suavemente con las uñas a los lados de tu columna. Dejar que la mano se entrometa entre la curva del culo y la cinturilla de la falda. Sentir la braga y por el tacto desafiarme a descubrir cuál te has puesto hoy, de qué color, de qué tejido. Me demoro en su tacto antes de tirar de la goma para que se esconda toda ella en la deliciosa raja dejando las nalgas libres para poder amasarías, ávido, como a panes gemelos, calientes, recién hechos.

Me enloquece el deseo y tecleo en Google tu nombre. Pocas lo comparten y las recorro todas, buscando fotos que me permitan gloriosas y triunfantes comparaciones. Te deseo más con cada una que se me presenta. Te deseo en sus ropas y posturas. Putas, colegialas, amas de casa que recomiendan recetas para el pavo de acción de gracias. Y te imagino y poseo en aquellas cocinas, con delantal, con el desparpajo de la que se sabe eterna e incondicionalmente querida y deseada. Te deseo en patios de colegio que no sé donde están, te poseo en vestuarios de institutos de varios continentes, con la ansiedad del peligro de ser descubiertos. Te deseo así en escenarios alternativamente cutres y paradisíacos. Por todas partes.

INDOLENTE PERO VALIENTE

Paseo glorioso oreando mi rabo extensible a la brisa cantábrica. Le decimos nudista porque casi no hay nadie. Pero estás tu, luz de mis ojos, banda sonora de mi vida. Por ti este gasto, este dispendio, esta exhibición telescópica. Por ti camino indolente y fluorescente. Adolescente. Por ti pierdo la vergüenza, el apetito, oportunidades variadas en diversos ámbitos vitales. Por ti votaría verde, bebo te verde y me visto de verde. Por ti por dentro me siento verde. Biliarmente verde.

Y te miro en tu toalla, lagarterana y fotovoltaica, insaciable e impredecible en tus afectos. Refractaria al desaliento, insumergible y catódica. Sobresale tu culo nudista de la arena húmeda y pienso que esta vez no has sido tu pero miro alrededor y no hay nadie mas. Estamos solos. Un culo y dos. Los efectos combinados del agua salada y la radiación ultravioleta, que tú emites al éter, aclaran el cabello, derriten condones y oxidan DIUs. Arruinan peinados delicados y delicada ropa interior. Varias antenas captan inequívocas señales. Yo te observo tumbada, indolente pero valiente. Reptante. Bebedero de patos andante. Pienso en eso cuando al verte fumar el viento marino impide esas bonitas volutas. Porque la seducción es agorafóbica. El erotismo de exteriores es burdo. El detalle, el guiño, el aliento, el anhelo, siempre en un salón. El sexo exterior es sexo legionario. Y enterrados en la arena húmeda de sí, la almeja babosa y el burdo mariscador. Binomio de combate.

Cumpliendo órdenes y a las de Vd. procedo a tapar huecos, enmasillar grietas. Me pillas la aguja de marear y el norte se vuelve sur y controversia. Y se nubla el cielo o el ojo que lo mira. Y emito urbi et orbe la prueba del deseo saciado, de la pasión consumida. Semidesnatada, de soja, de almendras. El cristal se empaña y el tiempo pasa.

Llegan turistas. Ella, con su culo poco carismático, apenas dispone de un frankfurt bajo un barril de cerveza. Y osa mirarte de reojo como diciendo si yo quisiera. Como la envidia es tiña, a los cincuenta todos calvos.

A SABIENDAS DE MI DERROTA

Nunca me cansare de esa mirada. Juguetona, obscena, gamberra, provocadora, ansiosa, egoísta, retadora, hambrienta. Esos ojos que, de pronto, adquieren un brillo que deslumbra y hacen propuestas desafiantes. Que se humedecen y destellan osados, haciendo apuestas que saben que aceptaré, a sabiendas de mi derrota. Que me miran divertidos sabiendo lo que va a pasar sólo porque lo desean. Que juegan conmigo cada tarde, cada noche, a la provocación más desvergonzada haciendo promesas que están ansiosos por cumplir.

LO SABÉIS TU CULO Y TÚ

Etéreo se mueve tu culete por la habitación, al contraluz de las últimas rayolas de ese astro de geriátrico que es el sol de septiembre. Es un sol que luce pero no quema, no calienta. Es un sol amaestrado, un sol cagueta, marica de patio de colegio. Este sol lo soporto perfectamente, porque acaricia mi polla sin morderla. Es un sol desdentado y un poco baboso que resbala sobre las cosas sin tropezar con ellas. A la vista de este sol miope, avejentado, de este sol tristón que se levanta tarde y acuesta temprano, meneas el culo, morena. Y veo que todo brilla. Me lo pones a contraluz, a la rica sombra China, à là crazy horse. Sobrevuelas superbuena por el cuarto, así como quien no quiere la cosa. Despreocupada, indolente, pero solo aparentemente. Me la pone dura esta exhibición, este baile que no es baile, esta pasarela que no es pasarela. Esta mezcla suave y lenta de una cosa y otra, espectáculo apropiado a la fecha y la luz. Te siento stripper fuera de horario, golfa en prácticas, calientapollas en excedencia. Lo negarás si te digo que estas buscando provocar. Me llamarás creído. Salido. Pervertido. Cierto todo. Y sonriendo sigo viendo tu culo pasearse envuelto para regalo en una braga negra y transparente. Tan fina que apenas te lo pinta de gris. Medito que la ropa que no tapa desnuda más. Que la ropa que desnuda es un adorno o una flecha que apunta o una llamada de atención. Ahora mismo, por ejemplo, tu llamas la atención y mi flecha te apunta. Tu llevas, niña, un cartel en el culo luminoso. En ese culo que me hace sombras con la luz esforzada que atraviesa la cortina perezosa. En ese culo que colocas en el lugar perfecto para hacerle una foto. Soy tan vago y tan mirón que no busco la cámara. Prefiero mirar y recordar. Apreciar. En el contraluz el culo pierde el color y se vuelve blanco y negro. El blanco y negro y el contraluz son favorecedores para los culos y esas son las cosas que sabéis tu culo y tú. Y si no las sabéis es como si las supierais. El contraluz suaviza, recorta y resalta las curvas de esa parte de tu cuerpo destinada a levantar ánimos, erigir imperios. Se hace el vacío alrededor de un culo al contraluz y me falta el aire. Se distorsiona el espacio-tiempo como en las proximidades de los astros. Solo veo curvas, siento volúmenes. Despojado de otros atributos que distraen la vista el culo al contraluz es mas culo. Mucho mas culo. Y eso tu, mi putilla becaria, lo sabes bien y por eso te dedicas a restregármelo. Por ahora por la cara, luego ya veremos. Unos instantes bastan para ponérmela como el rabo de un cazo. Llega con tu culo milagroso, una braga negra que se ve gris y ese sol triste de bajo consumo.

VENUS KALLIPIGIA

Cuando en una pira arden los dioses solo quedan las drogas para dar consuelo. Si te apuntas a ambos consigues la absoluta subversión dionisíaca. El culto a Baco, los peyoteros y alguna otra secta más. Cuando la religión pretendió respetabilidad las drogas fueron lo primero en desaparecer. Cuando Dios fue declarado muerto, las drogas fueron lo primero en volver. Hoy, sin Dios, ni Drogas. Estamos solos. Estáis solos. Y como las de todo ser solitario vuestras vidas carecen de sentido. Yo, con sensatez preclara, con intuición sobrehumana, me he apuntado a la droga del culo, en la religión del sexo. Adoro su culo como representación de todos los culos: sacerdote y feligrés del culto unitario a la verdadera y venerable Venus. Reposo, medito. Anacoreta en mi jardín enardezco pensando en tu asterisco. Salve, Venus Kallipigia. A tus pies mi ofrenda.

UN COÑO RISUEÑO

Como digo, Verónica tenía un coño charlatán, lo que no era bueno porque su única función parecía ser la de hablar para que no le echaras un polvo. En cambio, Evelyn tenía un coño risueño. Vivía también en el piso de arriba, sólo que en otra casa. Siempre venía a la hora de comer para contarnos un nuevo chiste. Era una cómica de primera, la única mujer verdaderamente graciosa que he conocido en mi vida. Todo era broma, incluida la jodienda. Podía hacer reír hasta a una picha tiesa, lo que ya es decir. Dicen que una picha tiesa no tiene conciencia, pero una picha tiesa que además se ría es fenomenal. La única forma como puedo describirlo es diciendo que, cuando estaba cachonda y molesta, Evelyn hacía ventriloquia con el coño. Estabas a punto de metérsela, cuando el payaso que tenía entre las piernas soltaba una carcajada de repente. Al mismo tiempo, alargaba los brazos hacia ti y te daba un tironcito y un apretoncito juguetones. También sabía cantar, aquel payaso de coño. De hecho, se comportaba exactamente como una foca amaestrada.

— Henry Miller, Trópico de Capricornio.