RASPOSO

Es que salgo de casa, que viene siendo cruzar Pedrafita, y me pongo reseco como arena de gato y lo que de ordinario son lubricantes mucosidades mutan en piedras de riñón de dolorosas aristas, me lloran los ojos y se me ponen las manos siniestramente rasposas. Con la yema del dedo con el que escribo podría rascar un papel y hacerle un agujero, como con la parte gris de una goma Pelikán, ese éxito indiscutible de la ingeniería de materiales al conseguir una mezcla estable de hormigón y caucho. Leopoldo Macenlle, en quinto de EGB, estaba borrando y se distrajo porque Luísa Remeseiro se levantó a la papelera a afilar el lápiz. A Ramiro le gustaba Luísa y ella, que había decidido alegrar aquel día triste de un invierno gris, le había dado demasiadas vueltas a la cintura de la falda, maniobra destinada a hacerla más corta de lo que los estatutos del centro, la moral católica y las buenas costumbres establecían como norma. Aquel día, Leopoldo, pasmado por el estímulo, frotó y frotó hasta que hizo un agujero en el cuaderno por el que se veía el pupitre. Un poco más y se lo carga, uséase, que si Luisa se llega a demorar un minutito más agujerea el pupitre hasta verse los zapatos. Dicen también, y quizá fue Martín Olmos pero quizá no, que un preso de la mafia escapó del penal de Siracusa NY rascando la pared con una de estas gomas que le había pasado de matute una buscona con la que tenía apalabrado un arreglo. Un túnel es cosa seria, más que la libreta de mates, y una pared no es un papel, máxime si hablamos de las de una cárcel para malandros de los duros. Tampoco es lo mismo, ya se sabe, un yo estaba allí y lo vi que un me dicen que pasó. Lo primero es tan cierto como convincente sea uno, lo segundo ya la cosa cambia y depende de más factores. Lo cierto y verdad, y no se ponga en duda, es que, ahora mismo, con la yema de cualquiera de los dedos, podría rayar la pintura de un coche o esmerilar un cristal. Y si te beso, morena, lo mismo te hago un peeling que te borro un lunar. Hay razas así. Los que adoptan niños negros lo aprenden a las bravas porque nadie se lo explica, y es que si no les da bien el sol se les ponen grisáceos y mustios, como húmedos y deslucidos. Y otros, los del noroeste andamos exactamente al revés, que en cuanto nos alejamos de esa franja estrecha que salpican las olas nos ponemos resecos y rasposos, a veces hasta malhumorados, como las gomas Pelikán.

One thought on “RASPOSO

  1. Ayer mismo en una de mis dolorosas micciones postoperatorias tire media docena de pedruscos de un cristal marroncito…puntiagudas como ellas solas y que con delicadeza científica he pasado por una estameña para recordarles a mis nietos lo abrasivos y cabrones que son los oxalatos de calcio monohidro de marras.
    La alimentación en estas tierras, difiere mucho de la dieta de pescados a la que uno estaba acostumbrado, y a estas edades cualquier pequeño cambio tiene unos desenlaces inesperados.
    Uno es como un lamborghini, de grandes prestaciones, pero muy delicado…

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