LA COMPLEJIDAD DE LA TAREA

El coño es tan femenino. Tan antiguo. Quiero decir, es tan poco claro, tan confuso y contradictorio. Tan multiusos. Son capas y capas que se solapan y lo que parece ser no es. El coño es un revoltijo barroco que exige de quien a él se acerca un especial interés y atención. Y en esta época en la que buscamos información inmediata y entender rápido, el coño se torna misión imposible para quien no ponga los cinco sentidos. Es todo arqueológico y cavernario, lo exterior oculta un interior que nada tiene que ver, la forma no permite adivinar su función. Sus muchas funciones. Lo que pudiera parecer un cuero grueso es la zona más sensible y viceversa. La entrada está lejos del timbre de llamada y éste escondido bajo un capuchón. Esas volutas churriguerescas y tenebristas abruman al neófito. Tiene tiempos lunares y mareas inexplicables. ¿A quien se rinde culto en este templo? ¿Es obra de dios o del diablo? se pregunta el visitante. Y es que el coño, que es todo misterio y preguntas, exige estudios. Antes bastaba con una FP, habilidad manual y un poco de teoría. Hoy eso no llega. Aumentan las exigencias, se elevan los estándares, suben las apuestas. Hoy que se publican páginas y páginas sobre el coño, que su bibliografía es enorme, un individuo sensible y responsable temblará al enfrentarse a la complejidad de la tarea. Antes con ser poeta prometedor o sensible hacendado, era suficiente, ahora hay que añadir las habilidades de un ginecólogo superdotado. Entender el coño se va tornando, así, una tarea imposible. Ni las mujeres entienden ahora a sus coños caprichosos, y acaban presas de su propia trampa. La preferencia por los coños depilados se explica, al menos en parte, por este vértigo. Una visión clara del reto ayuda a reducir la sensación de caos biológico, de despropósito geográfico, ayuda a orientarse en ese trampantojo tridimensional.

Por contra el culo es absolutamente moderno. La aparente simplicidad del diseño sigue sin duda a la función. En el culo no hay confusión, no hay titubeos ni errores. En el culo las formas son reconocibles y la salida, que puede ser entrada, se presenta completa y comprensible a la vista. Tiene un sólo uso aunque, para fines recreativos, sea reversible. Al contrario que el coño el culo es estanco, con doble cierre, y muy raramente tiene pérdidas. Se empotra en la grieta de una esfera, forma perfecta de la naturaleza si seguimos a los geómetras. Las curvas que dan acceso al él son amplias, netas, simples. Evocan otras formas de la creación, compendian la belleza de la naturaleza. Las seguimos con la mirada errabunda o la mano trashumante y se nos aparece, durmiente en el fondo de su valle, esa suerte de cono volcánico invertido. Esas curvas que lo amparan se rigen en su hermosa sencillez por las matemáticas del orden, siguen la proporción Áurea, se amoldan en su desarrollo a la secuencia de Fibonacci. La zona mas próxima al asterisco suele cambiar de color, señalizando la proximidad al lugar central, como esas modernas rayas pintadas en el piso ante los mostradores de facturación o las ojeras de los pandas. El culo es nítido, neto, usa formas y principios conocidos, reconocibles, eficaces y fiables, es perfecto en la sencillez de su diseño y genial en la adecuación de los medios al fin. El culo es racionalista, trabajo de ingenieros. El culo es Bauhaus.

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