SE PONEN ADJETIVOS

Cualquier varón con una inteligencia por encima de los 50 puntos de IQ sabe que hablar de mujeres no sustituye al hablar con las mujeres, al igual que  cualquier varón sano y con los apetitos apuntando a Cuenca sabe que el chocolate no sustituye al sexo. Hoy un espectro recorre Europa después de arrasar los EUA y es la corrección política, que hace que hablar de mujeres sea deporte de riesgo. Cualquier opinión es desafección, como en los tiempos del Reich, y cualquier cosa que digas será usada en tu contra. Eso, siendo malo, qué duda cabe que le da emoción a la vida.

Un servidor nunca ha sido de hablar con hombres sobre mujeres, porque para perder el tiempo ya tenemos a la familia, el municipio y el estado. Y para los tiempos muertos hacer como que trabajas confiando en que harán como que te pagan. Lo que los hombres sabemos de las mujeres es una función con límite tendiendo a cero y lo más que puede resultar de una tal conversación no será más que un compartir ignorancias y consolidar un estado de ánimo melancólico y desencantado. ¿Qué verdad puede salir de ahí?

Un servidor, no obstante, no resiste la tentación de hablar sobre mujeres con mujeres. A este comportamiento temerario me mueve lo que anima a los japoneses a comer pez globo sabedores de que pueden palmar: están buenas y sólo se vive una vez. Estas conversaciones me han llevado a la certeza de que las mujeres tampoco saben nada de mujeres, algo a primera vista sorprendente pero que tiene sentido: somos esencialmente iguales, quitando, claro está, el milagro del dimorfismo sexual, esa fuente de pasión y deleite. Compartimos una esencial ignorancia que da consistencia y cohesión a la especie y nos permite construir sobre sólidos cimientos relaciones confusas, absurdas y duraderas. Construir sobre lo políticamente incorrecto es construir sobre terreno sólido, qué le vamos a hacer.

Precisamente ha sido este no tener ni idea lo que nos ha llevado del coro al caño y de aquellos polvos del heteropatriarcado a estos lodos de la corrección política. El mundo no ha cambiado pero lo que se dice en voz alta si y hay cosas que han quedado para ciertos cenáculos con derecho de admisión. Sitios donde hombres y mujeres con dos dedos de frente saben que somos mamíferos y que las ideas, al fin y al cabo, sólo son secreciones de unos cuerpos quizá excesivamente encefalizados. Sitios para conversaciones en susurros en las que se da rienda suelta a lo prohibido, se ponen adjetivos a los hombres y a las mujeres, se habla en subjuntivo de carnes y catres y nos cosificamos exagerada y alegremente. Aquí, donde digo sitios, quizá debería decir compañías y momentos. Antes a esos sitios o a esas gentes se iba a lo mismo pero referido a Dios o sus representantes en la tierra, ya fueran laicos o seglares. Hoy a Dios, a sus profetas y a los ideólogos sólo se los toman en serio los musulmanes y los revolucionarios, esa gente sin sentido del humor y poco atentos a las novedades. Detalle aparentemente sin importancia que comparten con los políticamente correctos. Quizá hayamos avanzado algo.

Todo lo anterior debería, lenta pero inexorablemente, acercarnos al convencimiento de que sobre ciertas cosas, asuntos, temas y materias, léase sobre las mujeres, no es conveniente tener ni opinión ni, en muchas ocasiones, gustos. Uséase, y para aclararlo mejor, que no es conveniente manifestar opiniones o gustos si no encajan exactamente con lo que uno debe opinar o le debe gustar. El problema con la corrección política es que es nueva, demasiado reciente como para haya un corpus de opinión asentado. No hay una ortodoxia y lo que de dice hoy y es fetén puede que mañana sea fatal, y hay quien sí lo puede decir y hay otros muchos que no, nunca. Es decir, que lo políticamente correcto aún tiene, como todo lo nuevo, límites imprecisos, borrosos y contenidos contradictorios como las religiones nacientes. Si uno tuviera mala idea diría que ese barullo es reflejo del intelecto de sus promotores y creadores, pero posiblemente sea que, como toda obra en construcción, con vigas al aire y materiales malamente apilados, a los legos nos parece una mierda en fase de derribo. Pero tiene toda la pinta de que no.

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