AMARILLO INDIO

Amarilloindio exposición en el COAG de A Coruña.

Para ir documentado busqué en internet quien es Julio César Pérez y el perfil de Linkedin que encontré dice que es el que lanza los misiles balísticos en los USA, cosa que no me encajaba. Llamé a un par de contactos, hice que se movieran y se informaran. Ejercí de periodista y al final me soplaron que se trataba de un arquitecto joven, un coruñés con inquietudes y espíritu artístico metido en mil proyectos. Mi contacto más fiable me dijo que le había dado clases en la Escuela de Arquitectura. Perfectamente informado y con los deberes hechos me presenté y excepto lo de joven, todo falso. Es catalán y pintor y vive en Palma. Un pleno. Como es un tipo encantador supo perdonarme.
Si las bodas reales son a las 12 y los toros a las cinco, las exposiciones son a las ocho. Y a esa hora abrieron la puerta, canónicamente. Eso fue lo único canónico, porque los dibujillos de amarilloindio se escapan bastante de lo que se suele ver.
Creo que la confusión de mis informadores viene de que esos muñecos que dibuja recuerdan a los que suelen pulular por los papeles que emborronan los arquitectos, sólo que él los pilla en esos momentos humildes y perplejos, en esos instantes en los que, sin suelo ni cielo, los muñecos se plantean cosas. Uno, que de arte sabe lo justo para pasar la selectividad, agradece que se retuerzan y revuelvan y pasmen, porque se siente identificado con esos esqueletos y borrones y con sus declaraciones un poco absurdas. Amarilloindio los pinta en el reverso de facturas, lo cual puede ser una sutil declaración contra la mercantilización del arte o sólo una forma de aprovechar papel. Quizá por eso parecen efímeros y que se nos escapa su verdadero sentido porque lo tienen sólo cuando él los está pintando, mientras piensa en lo que sea que está pensando. Él dice que no piensa en nada, que esa es la regla que se impone. Que el plan es empezar a dibujar y a ver dónde le llevan las líneas, pero se percibe que no, porque al mirarlos uno siente que se ha metido en medio de una conversación que no debería estar oyendo, en medio de algo íntimo. O quizá si, y donde uno se mete es en su cabeza pensando en cualquier cosa para escapar de las facturas.
Temía, mientras me acercaba caminando, que esos personajes con sus gatos y pájaros, colgados de las paredes, se iban a sentir todavía un poco más solos y desconcertados de lo que los dibuja amarilloindio, y al principio fue así. Pero en lugar de colgarlos los expusieron en unas mesas, poco a poco fue llegando gente y, con la ayuda de unos vermuts que nos dieron y las carcajadas del respetable (gente antigua sin Twitter que sobre la marcha descubría y se sorprendía), empezaron a sentirse más cómodos y hasta contentos en este clima al que no están acostumbrados.
Por lo demás ninguna corbata, bastantes sombreros, barbas, fulares y gafas de pasta, nada de canapés, mucho vermut, nada de discursos, varios tuiteros encantadores y confraternización en un ambiente de emoción contenida. Preguntado el artista por su color favorito resulta que es el amarillo aunque pinte todo en negro; que vive de otras cosas; que el hiperrealismo lo dejó atrás por insatisfactorio; que va a sacar un libro ya mismo; y que el sentido de la vida no tiene del todo claro cuál es pero sigue buscando. Un tipo inteligente y encantador y un artista que sorprende. Vayan a verlo. O permanezcan atentos y compren el libro.

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