EN MI REGAZO

Esa noche estábamos en la terraza de tablas de una casa que, sin verla, sabía vieja y de piedra, en una ladera empinada, con vistas a otra igualmente empinada. Creo que al fondo corría un río que imagino de agua rápidas y bravas. Se estaba yendo el sol y bailabas con una braga y sujetador negro y transparente que destacaba mucho sobre la piel blanca. Sentí desasosiego porque no oía la música que supuestamente tú si, y además me parecía que habías bebido demasiado y yo demasiado poco. Pensé que quizá no bailabas para mi. El único sonido era el de tus pasos y saltos sobre las tablas y algunas crujían como la cubierta de un barco viejo. El sol siguió bajando y la ladera del otro lado lo fue haciendo con él; así que no terminaba de ponerse. Al final toda aquella mole acabó de hundirse, y resultó que la terraza miraba a la ría de Pontevedra y los picos más altos eran Ons y Onza. Olía a mar pero no podía oírlo y te sentaste, sonriendo, en mi regazo. Quizá todo fue un sueño.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.