MOVILIDAD REDUCIDA

 A temprana edad pretenden que vivas en una burbuja, aislado del entorno. Más adelante también pretenden lo mismo, por eso empiezan el entrenamiento de pequeño poniéndote calcetines gordos, camisetas de felpa, zapatos de goma gruesa y una chamarra adecuada para resistir el invierno en una base antártica. A eso, que ya es malo, le añaden la bufanda, los guantes de lana y el verdugo. Y es que yo soy de la generación de los que llevaron verdugo, que no es más una extensión del gorro de lana útil solo para avergonzar niños y atracar bancos. Porque llevar verdugo, a determinadas edades, aísla mucho. Muchísimo. Física y socialmente; sobre todo socialmente. Aísla más que una enfermedad contagiosa, más que sacar todo sobresalientes o que tu padre sea policía o profesor. Es como vivir bajo tierra y hacerte invisible, todo al tiempo. Es un estigma con el que has de vivir el resto de tus días. Read More

EL BUS 69

A los catorce años si llega el bus 69 se te pone dura. O si el 69 se retrasa y llega antes el 35 con un anuncio de bragas en los laterales. O de yogures. O de chocolate. O casi cualquier otro. Pasa el tiempo y los anuncios de ahora me parecen tan sutiles usando el sexo que posiblemente sólo se pongan burros los adolescentes. Antes eran mas evidentes, no estaban pensados para almas delicadas, sino para gente recia. O eso o la habituación al estímulo, que también puede estar pasándome. Read More

UN MUNDO GRIS

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De los cero a los veintiuno el mundo era gris, plomizo. Suavemente desenfocado. La gente no tenía la más mínima consistencia, era leve, un reflejo en un cristal. Se afanaban en cosas simples pero incomprensibles. No recuerdo nada verdaderamente interesante aparte de romper cosas para ver cómo funcionaban. Quizá algunas imágenes bonitas. El cielo en movimiento desde el asiento de atrás de un SIMCA 1000. Una playa preciosa de arenas grises y rocas negras por las que correr y saltar. Un bote de leche condensada todo para mí. Hormigas corriendo en todas direcciones tras inundar el hormiguero.

FILTRO BLUR

En la EGB, al llegar a las tres dioptrías por ojo dejé de tirarme de cabeza por el tobogán en invierno y de cabeza a la piscina en verano. Esto acarrea una inmediata pérdida de popularidad y de posibilidades de noviazgo. Pero es que hace falta mucho valor para lanzarse con carrerilla contra una lámina azul clarito, con brillos deslumbrantes y gravemente desenfocada. Ya con 21 años junte de nuevo ese valor, sobreponiéndome al filtro photoshop blur que se me activaba al eliminar el layer gafas. En una piscina municipal, con una novia que ahora debe ser ministra por lo menos, acabe en urgencias con la nariz de nuevo rota. Ahora un poco más torcida. Yo vi cabezas con el agua hasta el cuello y resultaron ser niños de seis años que jugaban de pie en el escaso metro veinte de profundidad. Tengo un vago recuerdo de adultos que se acercaban gritando, niños que lloraban alejándose y una marea roja que me iba rodeando lentamente, gravemente desenfocada y cuyo origen, misteriosamente, era yo.