CÓMO COCER UN HUEVO

Cocer un huevo es aburrido. Para cocer un huevo, además de estar en posesión material de un huevo, basta un cazo con agua, una fuente de calor y esperar. Esperar es aburrido y cuando uno se aburre fuma o fabula. Yo, si las circunstancias son propicias, hago ambas cosas al tiempo.

Dice la tradición oral que para cocer bien un huevo hay que rezarle un Credo Niceno Constantinopolitano empezando justo cuando el agua rompe a hervir; no antes, no después. Hago la expresa advertencia de que no vale para este menester un Credo de trámite, rapidito y a pasar, como hacemos en la Santa Misa, que el huevo de algún modo lo percibe y no cuaja. Son los huevos, en estas cosas, mucho más exigentes que los sacerdotes modernos, ya ve usted. Los huevos son preconciliares, por decir algo suave. Hay que darle al asunto la velocidad que el texto, si entendido y sentido, nos va pidiendo. El huevo y el Credo están en parecida disyuntiva, que viene siendo la cuestión de si antes de ellos hubo gallinas y verdadero cristianismo, duda que sin duda une mucho y crea un vínculo. En el caso de los ateos irredentos y anticlericales alérgicos es conveniente que lo sustituyan por la letra de La Internacional, también recitada sin los automatismos propios de apparatchiks resabiados. Han de respetar la cadencia del texto, imprescindible para que la letra les hurgue las entrañas y despierte el sentimiento de clase. Diríamos que como aquella ya lejana primera vez. Advierto aquí que no es en absoluto imprescindible levantar el puño o alzar la voz, llega con cantarla por lo bajinis. Vivimos en vecindad y al igual que no tiene por qué tomarnos las medidas el vecino saliendo en pelotas a la terraza tampoco tiene por qué saber que estamos cociendo huevos. He sabido que hipsters y modernillos tararean la Marcha Imperial de Star Wars, la sintonía de The Great American Hero o la BSO de Indiana Jones. Yo, personalmente, no lo recomiendo. La letra ayuda a llevar un ritmo, obtener una duración precisa y, salvo que sea usted percusionista profesional, tarareando se me va a ir de tempo y acabará dejando los huevos a medias, lo que viene siendo poché. Es de señalar, last but not least, que con el tarareo perdemos ese mensaje que en los otros casos nos servirá de palanca para el recogimiento y la meditación. Quien opte por el Credo además de cocer un huevo fácilmente entrará en ese estado de ánimo, en ese spritual mood que intuimos en las figuras de El Ángelus de Millet. Descubrió Dalí que el artista pintó y luego eliminó el ataúd de un bebé pero, habrán de concederme, lo mismo podría haber borrado una cazuela de agua hirviendo llena de huevos, algo muy daliniano, por cierto. Un recogimiento por la ausencia percibida, o Dios estará por todas partes pero no lo veo. Quien, por el contrario, se decante por La Internacional podrá abandonarse a la actitud emocional, proletaria y también campesina de la cartelería de los primeros años de la URSS. Es decir, decidida mirada al frente, orgullosa barbilla alta, gavilla de mies en una mano y hoz en la otra. Con sólo un poco más de esfuerzo puede incluso imaginar que el extractor de humos es el ronroneo de un tractor del Pueblo que bajo el sol socialista trepa una loma del Pueblo cosechando la mies del Pueblo. Repetir tantas veces lo de famélica legión, además, servirá de aperitivo para inapetentes. En el tráfago de la vida moderna son cada vez más escasos los instantes de recogimiento, de meditación y comunión, de contacto con los sentimientos y valores que nos fundamentan. Aprovéchenlos. Cuezan huevos y recójanse. Para finalizar sólo me resta hacer modesta mención a que esta receta, resultado de innúmeros ensayos, está científicamente calculada para que su lectura, si no se detiene Usted mucho en los detalles, demore lo que tarda en cocerse un huevo, más o menos.