CUTRE Y KITSCH

El Circulo Mercantil e Industrial de Villafranca del Bierzo está en franca decadencia mostrando signos muy ajados de un pasado esplendoroso. Mientras, el Hogar del Jubilado bulle de actividad y suena en su interior música de Raffaella Carra. Estas cosas las sé sin saber bien por qué, lo que viene siendo intuición. Otras no, otras resultan de la atenta observación. Es observación, por poner un ejemplo, el dato de que un hombre vive tres botes de bicarbonato; que un bote de bicarbonato dura dos de talco; uno de talco dos coches; un coche tres novias y una novia dos veranos. Esto, quien haya tenido coche o casa lo sabe. Y novia, que el asunto de las mujeres no es tema baladí. La vida de las mujeres, por seguir con el tema, no se mide así, sino en pares de zapatos. Una mujer vive aproximadamente unos 350 pares, sin incluir en la cuenta sandalias de fiesta, chanclas, alpargatas y zapatillas de casa, a razón de cuatro por año. Yo creo que la parte del cerebro que suma y resta es muy deficiente, y a la vista está, que ya lo dice Calaza, pero la parte estadística funciona de puta madre, detectando desviaciones mínimas que luego llamamos prejuicios. Así la vida, si buena, ha de tener un brillante rojo teja, aroma potente y fino y bien estructurado, de taninos elegantes, armoniosos y, si posible, equilibrados, ha de tener un ataque brillante a flores y frutas rojas y retrogusto a caja de roble, tierra fresca, incienso funerario y agua bendita. En no pudiendo ser, mire usted para cerciorarse que el alcohol suba del catorce por ciento. Eso ayuda. Rafaella Carrá, salvo casos perdidos de almas chabacanas, que son las más, no es consuelo sino que, más bien, entorpece a partir de cierta edad que ya hemos cumplido. En el Círculo Mercantil parece languidecer la vida, latiendo apenas, en un ambiente de tablón de roble que enraíza en un pasado que quizá fue, cuando presente, tan cutre y kitsch como el actual, aluminio y cristal, en el Hogar del Jubilado. Pero, afirmo, esos sillones de cuero y quienes en ellos se sientan y esperan tienen el aspecto y el aroma de la trufa negra mientras las alegres comadres de la competencia no son más que reumáticos remedos de una juventud de la cual no restan más que unas monedas, calderilla para un descafeinado. Todo esto son prejuicios y afirmaciones aventuradas y pensamientos inducidos por el vino que, yo lo creo, es la raíz de casi todo lo bueno y lo malo. En el fondo estas cosas ya las sabemos, pero no prestamos atención y así, como cuando te dicen que roncas, si eres sincero has de reconocerte que ese dato ya lo tenías. Yo soy más de roncar en el hogar del jubilado y su aroma a trufa, madera vieja, café expreso y tabaco negro. Vale.

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