CON EL DEDO GORDO

«Y si lo queréis ver, leed a Plinio, que trata de muchos; y así dice por autoridad de Crates Pergameno, que en el Helesponto hay unos hombres que llaman Ofrogenes, que sólo con tocar a los heridos de las serpientes los sanaban, y poniendo la mano encima de la herida echaban fuera la ponzoña. Y Varrón dice que en la mesma región hay hombres que con saliva sanaban las mordeduras de las serpientes, y podría ser que fuesen todos unos. Isígono y Nimfodoro afirman que en Africa hay ciertas gentes que aojan de tal manera, que todo lo que miraban y loaban con afición, perecía, y los árboles se secaban, y los niños se morían.
Y el mesmo Isígono dice que en los Tríbalos e Ilíricos hay cierto género de gente que en mirando a algunos con ojos airados, si se detienen mucho, los mataban, y que estos tenían en cada ojo dos niñetas;  y Solino cuenta lo mesmo de unas mujeres que había entre los Scitas.  De Pirro, rey de los epirotas, dice Plutarco en su vida, que tenía tal propiedad o gracia en el dedo pulgar del pie derecho, que a quien quiera que tuviese mal de bazo, tocándole con él, sanaba luego, y otros autores  dice que también sanaba de otras enfermedades.»
–Antonio de Torquemada. Jardín de flores curiosas.

12 thoughts on “CON EL DEDO GORDO

  1. Qué cosas me lees Mortimer.
    En lo del aojamiento, siempre se ha dicho que algunas miradas matan, sobre todo las femeninas, que algunas no se si matan, pero miedo dan mucho.

  2. El mal de ojo es cosa vieja, ya vemos. Lo que mola es la curación por imposición de pies, siempre había leído la cura por imposición de manos.
    La halluxterapia es un campo a explorar.

  3. Está por ver, Gaussage. Aparte que donde teníamos un blog, ahora tenemos tres (incluyo también lo de Gómez). Gracias por la hospitalidad.

  4. Puestos a hacer milagros, también en el evangelio aparece una señora que se curó de su menarquia, con sólo tocar el borde del manto de J.C. Y éste se dió cuenta , y la regañó por no haber pedido el milagro a las claras. Claro que en aquella época, las afecciones puramente femeninas se consideraban vergonzosas, y es lógico que la mujer no se atreviera.

    En «Soif», el último libro de Amélie Nothomb, que va justamente de J.C., y está escrito en primera persona, como si lo hubiera escrito Él, cuenta cómo los beneficiarios de los milagros ( empezando por los novios de las bodas de Caná , que se sintieron humillados ) le odiaban por ellos.
    Conste que el libro es totalmente hereje, y no gran cosa, aunque para mí, es el mejor de Nothomb .

  5. Generalmente la peña rehuye estupideces abrazando estupideces. Ya no recuerdo ese tiempo lejano en el que me hicieron estudiar aquella lógica pedestre pero no recuerdo una figura en la que una tontería pudiera refutar otra tontería. Generalmente los nazis abominan del comunismo, lo cual es acertar en alejarse de una estupidez criminal. Y viceversa, los comunistas abominan de los nazis, lo cual es alejarse de un error igual de criminal. Los que creen en un dios único y verdadero no adoran ídolos, ni creen en el horóscopo, o al menos no deberían. Los ateos activos y radicales se alejan de la tontería de la religión tanto y tan rápido que acaban bailando como anchoas en cardúmenes a los sones que marcan gurús de mirada profunda en sectas carísimas. Va a resultar que acertar equivocándonos es, más o menos, lo que hacemos todos los días. Quizá tenga un nombre que desconozco este alejarse del error cayendo en otro. Quizá el nombre sea progreso, y de ahí la necesidad de que sea incesante, para salir de una infección lanzándose de cabeza a otra, enfermedades siempre infantiles y virulentas y graves. De error en error hasta la derrota final. Quizá, también, el progreso sea en sí mismo una estupidez de la que huir dejándose caer en una estable imperfección, una estupidez estupefaciente, eterna pero benigna, una gilipollez mansa y burocrática que abomine de soluciones universales y suponga sólo unas décimas. Ahora, con esto presente, pondré una vela a algún dios menor elegido a voleo entre los manes, lares o penates que me caigan a mano, y buscaré ya a quien votar. Por huir de las sirenas de la campaña por el socorrido método de estar comprometido, sordo y atado a un mástil cualesquiera.

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