BILL Y LA BOLSA

En algún sitio he leído hace ya tiempo que para aprender hay que querer aprender y que ese deseo sólo se explica si uno está insatisfecho con lo que ya sabe. O lo que no sabe. Ayer vi el documental que Netflix le hizo a Bill Gates, tres episodios largos, y ahora se otras cosas. Bill, con su fundación, lleva tres fracasos seguidos: los retretes para el tercer mundo, erradicar la polio y la central nuclear sin peligro de accidente nuclear. Fracasos más que millonarios pero que, nos maliciábamos, él se puede permitir. Gates a mi no me caía bien, pero resulta que es un tipo normal que lleva casado con la misma mujer porrón de años, que confiesa haber sido un imbécil en su infancia y gran parte de su juventud, que quedó marcado por su madre, es amigo de un viejo como Buffet, camina a todas partes con una bolsa llena de libros como Giusseppe Tomasi di Lampedusa y lee a Pinker. Yo, confieso, soy de Mac y por motivos laborales he tenido que cambiar a Windows tan recientemente que aún estoy acostumbrándome a esta mierda. Umberto Eco dejó dicho, aunque esto ya no aplica mucho, que el Mac era católico y el DOS protestante. El uno todo lo envuelve en metáfora, con símbolos, ritos, santos, y romerías. El otro te deja en soledad con el libro de instrucciones, la fe, la austeridad y el esfuerzo. Luego Bill se casó con una católica y sacó el Windows que es como ve lo nuestro un protestante un poco Asperger o un finlandés los toros. Malamente, torpemente. A la metáfora no se llega, en la metáfora se es y Windows no es como no será nunca flamenco un japonés por buleares. Lo más que podrá conseguir es despertar curiosidad y en el mejor de los casos resultar convincente un rato. A Bill en su fundación las cosas le van bien hasta que de pronto le van mal. Parece un tipo sensato pero en su búsqueda de marcar la diferencia se mete en jaleos que quizá, sólo quizá, le exceden. Acabar con la polio en un territorio controlado por Boko Haram, por ejemplo. Bill, en su sensatez, lee sobre lo que no sabe y pregunta a quien sí cuando él no llega, humildad que quizá no nace de la modestia sino de una soberbia amansada por la inteligencia y el tiempo que fugit que se las pela. Giuseppe Tomasi caminaba siempre por Palermo con una bolsa de libros. Quizá, quién sabe, en algún momento del día le asaltase la ansiedad y necesitase leer, explicaba. Allí llevaba sus lecturas actuales, algunos apuntes y las obras completas de Shakespeare que, todos sabemos, son mano de santo para alejar del alma toda clase de desazones, zozobras y desasosiegos. Bill, en haciendo lo mismo, lo plantea de modo diametralmente opuesto. Bill lee para calmar la ansiedad de los miolos y no del corazón, para calmar el picor de saber y no el de vivir. Todos llevamos dentro un poco de ambos, un poco de ansia de saber porque, de alguna manera, estamos insatisfechos con lo que sabemos, porqué si no. Y todos llevamos también en el alma una ansiedad por el mero hecho de vivir que, también, aliviamos con ungüentos de libros y lecturas, si bien no nos asaltan del modo traicionero y repentino con que asaltaban al Principe de Lampedusa. En todo caso si el Príncipe me caía bien, una de estas afinidades imposibles, imaginadas y diacrónicas que proporciona la literatura, también me cae bien ahora el Sr. Gates, aún a pesar de que no haya entendido la metáfora. Y todo, mayormente, por una bolsa de libros.

16 thoughts on “BILL Y LA BOLSA

  1. Andar por ahí con una bolsa de libros, se me hace como no tener hogar. Leer se me antoja cosa de estar sentado en sofá o en silla, no en banco de la calle, pero que vamos, que para satisfacer la curiosidad imprevista un hombre como él, ya tiene el smarfono y todos esos inventos que propiciaron entre él y su compa el Jobs.
    Yo empecé con el DOS por cosas de la fabricación y las hojas de cálculo Quattro pro, luego ya Lotus 123 y más tarde excell.
    Pero ya mediado el asunto, y aunque tanto el Gates como el Jobs, me parecían como unos mesías que se hacían ricos con nuestro desconocimiento, pues me pasé al género MAC.
    Ahí sigo.
    Sin entender nada de las cosas informáticas, sin tener ninguna curiosidad por lo que son capaces de hacer, que no se pueda hacer con lapicero o leyendo en papeles o visto en pantalla de cine.
    Que tío tan facha soy.

  2. Lo de Bill es más curioso porque el esmárfono. Lo de Giuseppe es más discilpable. Y sí, estoy de acuerdo que andar por ahí con los libros es como vivir en una roulotte, una forma de vida alternativa y que a mí tampoco me va.

  3. Buenassss
    – A mí, Bill Gates me cae de la patada. Porque no me gustan ni el Excel, ni el Explorer, ni el Windows, y porque mi chico el genio, estuvo trabajando en Microsoft, en Seattle , y no me gustó nada la estructura piramidal de aquello, que se comprende en otro tipo de empresa, pero no en un sitio con tal cantidad de genios geek por metro cuadrado. Y a esos genios geek, hay que dejarles cuerda larga , que si tienen por encima a un burócrata empeñado en seguir y hacer seguir a todos por el camino marcado, no me vale.
    Y conste que mi chico se marchó de la empresa porque se dió cuenta de que su padre no iba a aguantar otro viajecito de 36 horas de Madrid a Seattle para ir a verle, y se volvió a Europa con una pinza en la nariz.
    En cambio Jobs y Wozzniak nunca me han dejado tirada. Y llevo con Mac, desde hace ni se sabe. Y Jobs no iba de salvar al mundo, que lo que más le importaba era la buena letra.

    – En cuanto a los libros ;
    Cuando salgo de casa, además de mi bolso de los de los antiguos carteros, que me hace una amiga guarnicionera, y que pesa un quintal, no sólo por el cuero de vaca del que está hecho, sino por el manojo de llaves, los tres pares de gafas, el móvil, la agenda, la chequera, la cartera , las gotas para los ojos y para la nariz, la lima de uñas, el monedero, los distintos bolígrafos y rotuladores, los pañuelos, las pastillas contra la tos, un metro extensible, y varios etcéteras,
    Todo eso aparte , pues, voy siempre cargada, con una talega con asas largas, de tela de tapizar hecha por mí, también en bandolera.
    Y dentro, además de las carpetas con lo que tenga pendiente para ese día ( escrituras, contratos, presupuestos, facturas… ) llevo siempre un libro. Procuro llevar uno que no pese mucho, y que se pueda leer a poquitos, mientras me hacen esperar en el notario, en la Junta Municipal, en Hacienda, en el Registro , en todas partes. Con un libro , las esperas , que odio, se hacen mucho más soportables. Sobre todo desde que me he hecho con un bastón, y me dejan sentarme en todas partes ( en algunos organismos oficiales, incluso me han llegado a sacar sillas de las de sus cubículos para que no estuviese de pié).
    Lo de llevar más de un libro , eso es más bien para los jóvenes .

  4. Mortimer, creo que tú y JR tenéis que hablar. Que té explique él por qué todas las frases son categóricas, de punto y aparte. Y que le expliques tú por qué todas tus frases forman parte de un torrente continuo, con punto y seguido y sin pararse a respirar.

    Ahí parece que sólo hay ortografía, pero hay mucho más.

  5. Disfruté viendo el documental de Netflix, y ya no repetiré la muy antigua broma que se decía sobre Gates:
    -Bill Gates es el Anticristo.
    Por el contrario, me confirmó lo que es una obviedad muy bien sepultada bajo metros cúbicos de envidia: es una persona digna de admiración, por su trayectoria, por haber sabido pilotar los cambios de una vida hacia la excelencia. Cuando el amo le pida cuentas sobre qué hizo con los talentos dirá: mira.
    Inteligencia, capacidad, y sobre todo una tendencia a la risa y a la carcajada en la que probablemente descansa el resto de sus cualidades.
    Un gigante, que para colmo se encontró con Melissa.

  6. Bueno, se encontró con su novia Melissa en 1976. Acababa de conocer a un par de españoles que recorrían la Costa Oeste en autostop, y al llegar a Seatlle habían llamado a uno de los teléfonos de americanas que habían conocido en los sanfermines de aquel año.
    La madre de Janet les acogió solícitamente en su casa, y Janet les paseaba en su fueraborda, visitando las mansiones de sus ricas amigas como Melissa, que quedaban fascinadas con las historias y aventuras de sus huéspedes.
    -They are so cool, Bill!
    Y Bill decidió olvidarse de Melissa y dedicarse al DOS.
    Muchos años después conoció a una mujer fascinante, de la que lo primero que le atrajo fue lo que evocaba su nombre: Melinda.

  7. En alguno de sus libros Oliver Sacks comenta el caso de un tipo ciego que a la edad de cuarenta o así lo operan y ve por primera vez. Tras la operación le costó entender el mundo. Como muestra: el tipo vivía con un gato y desde que empezó a ver no lo reconocía bien. No lo distinguía a la primera. Tenía que fijarse. Esa cosa de ahí, concluía después de analizar las formas que veía, es el gato que está de espaldas. El caso es que llevaba toda la vida «viendo» a su gato con las manos. Ver con las manos supone que empiezas por la cabeza, sigues por el cuello, continúas por la espalda, quizá algo por la panza, y acabas en el rabo. El gato en su cabeza era una cosa no sólo táctil sino también lineal. Primero una parte, luego la otra y luego la otra. Un contínuo de partes que componían, al final, al animal completo. El ciego tenía en su mente la imagen del gato como una ordenación, mental, de partes. Sin embargo los que vemos al ver un gato lo vemos todo de golpe y sólo después lo descomponemos mentalmente en partes, cabeza, lomo, rabo. El ciego componía gatos y de pronto al empezar a ver tiene que descomponerlos. Un caos.
    jrG, pintor y hojalatero, ve. Y da golpes y pinceladas aquí y allá, ahora en el rabo y la siguiente, sin mucho orden, en la punta de las orejas. Y no parece que esté pintando un gato ni de coña, hasta que te alejas un poco y ves de qué va el asunto. Y sí, es raro pero es un gato, su gato. Yo, claro, soy el ciego, que cuenta todo seguido lo que va tocando y al final, con suerte, sale algo parecido a un gato.

  8. Viejecita, en el bolso de una mujer uno puede encontrar cualquier cosa, eso a mi edad ya lo tengo aprendido. Ahora, ese que Vd. describe parece el de Mary Poppins. Y, he de confesar, ese «etcétera» después de «metro extensible» resulta al tiempo excitante y pavoroso. No da la imaginación para rellenar con más elementos esa enumeración que queda ahí en suspenso.

  9. Holmesss, una idea parecida tenía yo. En ocasiones los muy inteligentes lo son a costa de ser unos desequilibrados. Se paga la hipertrofia con una cierta deformidad. En realidad me pareció un tipo normal, muy normal, al que su inteligencia y motivación no le han pasado una factura muy alta. Quizá porque supo usarlas.

  10. Tarde de sábado mirando escaparates. J.y yo nos paramos ante uno que muestra lámparas de diseño atractivo a precios altos. J. comenta,” No me gustan, Steve nunca habría permitido esas uniones imperfectas entre la porcelana y el metal.”

  11. Opino que la belleza de las cosas se aprecia en dos cosas: la forma y los encuentros de materiales. Y da igual que sea un edificio que un sacacorchos. Steve nunca habría permitido una forma fea o unos encuentros mal solucionados. 🙂

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