No le demos más vueltas, que ya se las doy yo. La culpa es de mi imaginación, que os viste como putas. Ella es la culpable de mi manía de ir derecho hacia las curvas, de estas ganas de hacer vientos al ver el vuelo de una falda, de este oír tambores si unas caderas se mueven. Es de ella toda la culpa cuando pienso seguido en reseguir con el dedo la goma de una braga, cuando me cuesta apartar la vista de la costura de una media. Es ella quien me lleva a mirar escotes y ver tetas colgadas de una percha y pensar que sobran los sostenes; la que me lleva a alterarme pensando que sí, que esta vez sí, que con dos dedos hábiles y un movimiento experto las libero sin esfuerzo. Es ella la culpable de mis planes de tirar de los lazos de todos los bikinis que me hace ver siempre, y al mismo tiempo, como incendios y señales de alarma para el fuego. Es ella quien me llena la cabeza de ideas descabelladas como besar uñas rojas que asoman de peeptoes, oler cuellos sin perfumes añadidos, probar la consistencia de carnes enfundadas en vaqueros, deslizar dedos por columnas vertebrales, tomar temperaturas de escalofríos, medir densidades en pieles de gallina y medir a ojo de buen curioso radios de curvas y cosenos de triángulos de Venus. Es ella, la muy puta, quien os viste de putas, aunque bien es cierto que yo no me resisto.