FIERO E INVULNERABLE

Conduzco como si el coche fuera moto. De un lado al otro de la carretera, de arcén a arcén, rápido, fuerte, salvaje. Acelerando en las curvas, pisando a fondo. Las ventanas van abiertas. El viento entra rugiendo y alborota tu pelo, el pañuelo que intenta evitarlo, los papeles, las colillas del cenicero. El ruido del motor espeja la furia que nos empuja, variando con las marchas, respondiendo al capricho de mi pié derecho. Ruge en un tono que altero a mi gusto y asiento en la línea fina que lo separa del chillido. Lo siento, mas que oírlo, por debajo del barullo del aire entrando en tromba. Descubro que vamos bien si el cuello de la camisa flamea y me golpea la barbilla plas plas plas. Reímos y tus carcajadas dan sentido a esta locura. Nos gritamos palabras y frases pensadas para ser susurradas. Fumamos, bebemos. El pañuelo que atrapa tu pelo se desespera, sus mil topos negros pensando en desprenderse. Los insectos de kilómetros a la redonda se conjuran contra el parabrisas. Kamikazes minúsculos que golpean y dejan manchas húmedas que secan de inmediato. Son incapaces de parar nuestra marcha persiguiendo el sol que se va. Pienso si esto será lo mejor que el universo tiene para detenernos. Miro tus dedos, tus pies, el empeine en la guantera. Miro tus piernas doradas por los últimos rayos y cómo desaparecen bajo esa falda que llamea. Me siento fiero e invulnerable.

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