BOLLO DE MAR

Estos días circula una nueva fotografía que reproduce éstas, tan vistas, en las que un marinero recién desembarcado abraza y besa a una muchacha morena. Estas fotos del marinero y la muchacha ansiosos son un ritual que, al parecer, se repite en los USA cada ochenta días, tiempo que los barcos de la marina tardan en regresar de cada singladura. La TV española en ocasiones ha intentado emular este ritual, pero siempre añadiéndole el toque sentimental, como un bebé al que su padre que desembarca no conocía. Tampoco se hace aquí cada ochenta días. Sólo en las ocasiones en las que los chicos de la marina vuelven de poner paz en lugares en los que no hay guerras. Si acaso conflictos.

En definitiva, que en los USA la marina, es decir la USNAVY, celebra la ceremonia del beso. Un ritual es un acto banal adecuadamente santificado y con ello cargado de un significado que no tiene. Y ese ritual, que no había despertado ningún interés desde el final de la WW2, de pronto ha vuelto a ser noticia en todos los periódicos del mundo. Y ello porque han creído conseguir que nuevamente tenga significado.

En el tiempo de la WW2 el temor de los marinos era el mismo que Odiseo y sus muchachos tuvieron al volver a casa en Itaca: encontrar el palacio rebosante de pretendientes babeantes acosando a sus señoras. Adecuadamente identificados los babosos y como en aquella época no se andaban con coñas el colega Odiseo les dió matarile a todos. Después de treinta años en el mar rebotando de isla en isla e interviniendo en un conflicto armado tras otro no bajas de un barco de guerra con ganas de arreglar problemas hablando.

Visto el panorama era necesario crear un ambiente propicio a que los machotes embarcaran con una cierta tranquilidad de espíritu en dirección a los atolones del pacífico a combatir a los japoneses y tal. Así que seguramente de la colaboración de  una de esas secciones de guerra psicológica y algún publicista genial nació la tontería del beso. Calma chicos, se vuelven locas, os esperan en el puerto, peinadas de peluquería, maquilladas, ansiosas, no les da el nervio para echarse en brazos de otros. Y todo por el uniforme ese blanco que os ponemos, por la gorra que os damos. Qué glamour, qué limpieza. A las mujeres les gustan los hombres limpios, oliendo a mar salada, a brisa marina. Estos sois vosotros, marineros.

En esas fotos las chicas siempre son hermosas jóvenes sanas y en edad fértil. El ideal del hombre obligado al celibato. No obstante, para reforzar el mito del marinero que regresa era necesaria una imagen fálica y guerrera. De ser posible evidente aunque no amenazante. Por ello se incluía en todas un enorme cañón en segundo plano. El cañón que no apunta enhiesto al horizonte pero tampoco aparece nunca fláccido o desmayado sobre cubierta. Siempre a media asta. Como en primer tiempo de saludo. La idea es que ella y ésta han de estar ansiosas pero no excitadas. Calentorra y morcillona, respectivamente.

El caso es que en la foto de este año el marinero es una marinera y la muchacha que espera sigue siendo una muchacha que espera. Es decir, que se besan dos mujeres. Es decir, algo banal. Los homosexuales llevan años pudiendo servir en los ejércitos USA pero estaban sometidos a la prohibición de hacer ostentación de su condición. Si eres gay o lesbiana, vale, pero que no se sepa. Esta limitación ha desaparecido y se celebra con la foto de las muchachas desembarcadas besándose amorosamente. Eso debería de llenar se sentido el ritual, otra vez.

Se pueden decir dos cosas de esa fotografía. La primera que el cañón ha desaparecido. Quizá resulte lógico. En época de misiles, guerra electrónica, viagra comprada por internet y siendo dos lesbianas, el símbolo fálico quizá desentona. Y la segunda que sospecho de una nueva campaña sutil, traicionera, orquestada maquiavélicamente por la misma u otra oficina de ofensiva psicológica y una publicitaria. En la marina con certeza hay muchos más hombres que mujeres, por lo cual hay muchos más gays que lesbianas. No obstante han elegido la minoría de la minoría para besarse y representar los aires nuevos. No han elegido a dos hombres. Huele o no huele a operación de márketing, pregunto.

Con el beso de las dos mozas consiguen dos cosas. La primera es desviar la atención de que en la marina hay hombres gays. Algo que no nos van a sacar de la cabeza a los que en su día vimos Querelle, de Fassinder, ni a los que vemos año tras año en Navidad los anuncios de las colonias de Gaultier. El futuro de las marinas del mundo es gay a no ser que cambien los uniformes actuales por algo horrible, que siente mal, te haga gordo y preferiblemente en tonos verde y tierra. La marina USA está llena de gays por el uniforme, esto es una evidencia. La segunda es intentar contraatacar a la pesadilla del jabón en la ducha con la fantasía de la mujer que es lesbiana por insaciable. Esas, encerradas en un barco, al final caen. Subliminal, arriesgado. Pero destinado al fracaso sin cambio de uniforme.

Creo que a Marisa Gaetta y a su novia las han utilizado para ocultar a los gays y atraer heterosexuales cazurros.

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