EL CULO DE LA MUJER INVISIBLE

El culo de la mujer invisible es invisible, como la mujer misma. Se discute sobre su existencia con agudos e imaginativos argumentos a favor y en contra pero, como con el sexo de los ángeles o la tumba de Jimmy Hoffa, finalmente, cuando la polvareda se posa, queda al descubierto que nada cierto se sabe. El acuerdo de los acalorados polemistas sobre la inexistencia de prueba sólida alguna suele suceder ya rebasado el límite temporal de lo sensato y más o menos a la hora de comer. Aprendiendo de la experiencia ajena, y saltándonos así estériles diatribas que nada aportan, podemos decir ya, sin más preámbulo, que el culo de la mujer invisible no existe. Éste es un sólido comienzo y posiblemente un adecuado final para una indagación científico-técnica. No obstante, a los solos efectos polémicos y a los fines de este estudio, que advierto carece de seriedad y aún de intención alguna, podemos afirmar rotundamente y siguiendo a Wittgenstein que todo lo pensable puede ser expresado, ergo sobre el culo de la mujer invisible podemos hartarnos a hablar. Read More

CRIMEA Y TAL

Generalmente soy capaz de resistir esas ganas que me entran a veces de dar opiniones, por varias razones: siempre sobran –opiniones–, hay demasiadas; las mías ya las conozco y me resulta más interesante perder el tiempo conociendo las de los demás y, finalmente, suelen ser mal entendidas por extrañas. Esta vez no me resisto.

Contracorriente creo que la ocupación militar –incruenta– de Crimea por los rusos es un enorme avance para la paz y eleva a Putin a la altura de estadista, de esos que saben que tienen razón, toman decisiones arriesgadas y las ejecutan rápido y bien. Confieso que antes de esto me resultaba desagradable como sólo lo puede ser un Berlusconi eslavo, un bravucón interesado sin el gracejo italiano. Quizá sea así y su acierto sea pura casualidad. Read More

MI LATA, MI TREN

Mi lata de merde d’artiste está a punto de caducar porque el tiempo pasa y pesa también para los artistas de mierda. Los subjuntivos se acumulan como el colesterol. Como las arrugas y las cicatrices, el polvo debajo de las camas y en los aladares las canas. Pasan los días, sorprendentes unos, anodinos otros y el resto sin adjetivos, sólo los suceden o preceden. Pasan los años y los cumpleaños y el recuerdo de que la tierra gira alrededor del sol es sólo eso, un recuerdo. Ya no me bajo en las estaciones y las miro, escéptico, desde la ventanilla. Va rápido y sube quien yo quiero, a mi tren.

NO ME OLVIDO

Una braga pequeña, minúscula, apenas una braga. Una braga así es un adorno más que un amparo; un acento y no una prenda. Una tirita, el parche de un pirata, una pulsera, una pajarita o el lazo de un regalo. Sus costuras ponen entre paréntesis la raja del coño. Lo tapa para señalarlo y lo destaca; lo descubre, triángulo rodeado de tanta piel. Una braga minúscula es para ser vista, para verla y enseñarla. Esa minucia que tapa pero no oculta es para mostrarnos el coño, la entrada, esa herida. Para que el mundo sepa que existe, que está ahí, que no nos olvidamos de él, que tú no te olvidas, y que yo, por supuesto, no me olvido

IMPOSIBLE PARA LA MÚSICA

Un niño puede sentarse en una playa al anochecer y sentir cómo la arena tan blanca mágicamente se va volviendo gris bajo sus pies mientras el sol se hunde en el horizonte causando ese rumor cadencioso de las pequeñas olas de ese mar tan bravo ahora en calma. Esas noches el aire huele a los sargazos ya algo secos que el mar en retirada dejó sobre la arena y las piedras negras tapizadas de algas verdes de un puerto pequeño escondido en los recortes de una costa también verde. Él no sabe que ése es el regusto que deja en la lengua el whisky que hacen marineros barbudos en una isla lejana y oscura después de quemar el paladar pero imagina que ese olor picante e intenso de algas secándose es el que dejan en los labios los besos de las sirenas pelirrojas que moviendo las colas son las verdaderas causantes de esas olas que acarician la arena. Lejos brilla un faro que en una cadencia que prefiere inexplicable aunque sepa ya de señales y velocidades angulares ilumina ese trocito de mar y mil cosas más que existen y que no existen como las ventanas abiertas del cuarto de una mujer hermosa o las velas negras de un bergantín de amotinados ahora armado de corsario. Los faros son cíclopes que despiertan para los soñadores en las noches calmadas de verano y girando y quizá bailando con ese ritmo inexplicable e imposible para la música parece que los buscan y los atienden y que en un momento mágico pararán como la rueda de la fortuna y su rayo iluminará su trocito de playa. Pero los niños bebedores de besos de sirena no saben que hay un instante en el que tras un zas de una ola en la arena se producen una pausa levísima y un suspiro que son el preludio de un instante de un infinito cansancio que precede a tres parpadeos lentos como tres vagones de un tren que arranca a los que siguen un silencio lleno de ecos metálicos de estación vacía y vía muerta. Los barbudos borrachos de olor a mar conocen lo caprichoso de los sueños y los faros y las olas y las sirenas y que como todas las cosas del mar son fríos y distantes y que ésa es la razón por la que desengañados destilan ese whisky caliente y picante que les llena el paladar mientras fuman pipas que iluminan el techo en cadencias a su gusto.

CARTAS INQUIETANTES

Es imposible no admirar a quienes escriben cartas inquietantes, llenas de dolores precisos, sufrimientos concretos. A los que describen padecimientos de contornos perfectos y formas que son las fórmulas matemáticas de la desdicha. Los que nos quejamos de malestares imprecisos caemos presas de la envidia, del pasmo que produce el adjetivo exacto apareándose con el sustantivo perfecto. A los que dibujaríamos acuarelas para describir las dolencias que nos afligen nos aturden los polígonos que delimitan con coordenadas precisas.
Es imposible no admirar a quienes escriben cartas inquietantes, llenas de pasillos largos, anchos, iluminados por barras fluorescentes, en los que las ideas caminan rectas, tiesas, secas, solas. Pasillos en los que no obstante, cada tanto, se abren puertas laterales, derivadas apenas apuntadas, apenas iluminadas. Los que sentimos caos al pensar ideas, los que con ellas hacemos ovillos, tortillas, flanes que no cuajan, parpadeamos de asombro ante las certezas que dibujan como puentes sólidos sobre abismos que nos aterran.
Es imposible no admirar a quienes escriben cartas inquietantes, llenas de verbos, muchos más que adjetivos, en tiempo futuro. A los que escriben cartas en gerundios que suenan como motores en marcha y huelen a sudor de operario, a laboriosa humanidad. Los que padecemos del mal de la procrastinación, el pesimismo de los arrepentidos, de la inacción de los ángeles y los percebes, temblamos deslumbrados ante esas frases que son muelles en tensión, catapultas dispuestas al disparo hacia un futuro que intuímos pésimo.

MERLUZA CONGELADA

Cada perro su garrapata, cada pescado su anisakis y cada casa su parásito. En la de mis padres era un matrimonio sin hijos, muy arreglado, muy de conversar y muy de presentarse a tomar una cerveza a la hora de comer o un café a la de cenar. Eran amenos porque parecían saber de todo y de todos. Él de coches, tabacos, bebidas, productos químicos, eléctricos y electrónicos y tenía un máster en posibles infidelidades conyugales. Ella de medicina, salud, moda, complementos, hoteles y su máster en mezquindades de los demás. Ambos eran egoístas, neuróticos hasta el extremo, malpensados, snobs y caprichosos. Visto esto deberían de resultarse recíprocamente insoportables, pero el caso es que estaban, de algún modo misterioso, en perfecta sintonía. Eran la doble hélice del ADN; complicada, repetitiva y retorcida, pero unida por tantos puntos que no hay quién la desmonte sin romperla.
A mi edad preadolescente me llamaba mucho la atención aquella vida que contaban, aquellos viajes, lujos, comidas; las compras que hacían y las que no hacían. Hasta que un día encontré un patrón extraño. Un detalle que se repetía una y otra vez salpicando aquellos relatos. Ni en sus viajes y cenas en solitario ni en los que hacían con mis padres habían comido nunca una buena merluza. La frase reiterada era “pero la merluza era congelada”. Aparte el hecho de que la merluza tenga o no la consideración de reina de los peces, era imposible estadísticamente que nunca, jamás, en ningún restaurante, hotel, casa o taberna, les hubieran puesto una merluza que no fuera congelada. Una merluza digna de ellos, una que no estuviera algo pasada, o demasiado cocida, o poco hecha o tuviera un desagradable regusto a conservante. Read More

LA COMPLEJIDAD DE LA TAREA

El coño es tan femenino. Tan antiguo. Quiero decir, es tan poco claro, tan confuso y contradictorio. Tan multiusos. Son capas y capas que se solapan y lo que parece ser no es. El coño es un revoltijo barroco que exige de quien a él se acerca un especial interés y atención. Y en esta época en la que buscamos información inmediata y entender rápido, el coño se torna misión imposible para quien no ponga los cinco sentidos. Es todo arqueológico y cavernario, lo exterior oculta un interior que nada tiene que ver, la forma no permite adivinar su función. Sus muchas funciones. Lo que pudiera parecer un cuero grueso es la zona más sensible y viceversa. La entrada está lejos del timbre de llamada y éste escondido bajo un capuchón. Esas volutas churriguerescas y tenebristas abruman al neófito. Tiene tiempos lunares y mareas inexplicables. ¿A quien se rinde culto en este templo? ¿Es obra de dios o del diablo? se pregunta el visitante. Y es que el coño, que es todo misterio y preguntas, exige estudios. Antes bastaba con una FP, habilidad manual y un poco de teoría. Hoy eso no llega. Aumentan las exigencias, se elevan los estándares, suben las apuestas. Hoy que se publican páginas y páginas sobre el coño, que su bibliografía es enorme, un individuo sensible y responsable temblará al enfrentarse a la complejidad de la tarea. Antes con ser poeta prometedor o sensible hacendado, era suficiente, ahora hay que añadir las habilidades de un ginecólogo superdotado. Entender el coño se va tornando, así, una tarea imposible. Ni las mujeres entienden ahora a sus coños caprichosos, y acaban presas de su propia trampa. La preferencia por los coños depilados se explica, al menos en parte, por este vértigo. Una visión clara del reto ayuda a reducir la sensación de caos biológico, de despropósito geográfico, ayuda a orientarse en ese trampantojo tridimensional. Read More

EL CULO DE LA PATINADORA

La patinadora, al contrario que las dueñas de otros culos, se desliza sin caminar. Tal circunstancia, que influye en toda su anatomía, lo hace especialmente en su culo, que sufre aburrido y triste. El culo de la patinadora, pese al ejercicio atlético, siempre se descuelga un poco asomando bajo la faldita del uniforme ajustado. Es su forma de pena y llanto. Atrapado bajo esas bragas orladas de lentejuelas consume las horas tristes de su existencia sufriendo las evoluciones, revoluciones y circunvoluciones de las patinadoras alrededor y junto a sus compañeros patinadores. Sufriendo las caídas provocadas por un mal apoyo, un agarre defectuoso, un giro imperfecto. De nada vale razonarle que la carrera de la patinadora profesional es breve, que en unos años gozará de la libertad y cadencia para la que todo culo nace y que todo culo merece. El culo de la patinadora tiene motivos para desesperar. Read More

SIRENAS

Hay muchos mitos sobre las sirenas y la mayoría son falsos, como la mayoría de todas las cosas. De las sirenas nos contó Homero que, al pasar frente a ellas, con sus cantos y encantos trataron de seducir a Ulises y sus marineros. Esta anécdota siempre me evocó la imagen de un enjambre de putas de carretera haciendo gestos a camioneros en ruta y puedo decir que es falsa. También habló de las sirenas Cunqueiro, porque Cunqueiro habló de todo antes y muy bien, incluso de cosas de las que es imposible hablar bien, como el mago Merlín o la empanada de xoubas. No obstante, siempre hay un pero inmenso como un mar si hablamos de sirenas, nunca vio, habló o tuvo trato con una. A Cunqueiro, que era de tierra adentro, le contaban las cosas de sirenas marineros bebidos de las tabernas de Vigo o Burela, y si los borrachos exageran sus penas y alegrías para justificar el alcohol, los marineros son, por naturaleza, mentirosos los que tienen buen fondo y directamente falsarios los que salen retorcidos. Fiarse de semejantes testimonios es arriesgado y perpetúa la falsa idea de que cantan, se acercan a los hombres y los tientan, es de suponer que prometiendo sexo, y acaban ahogándolos ellas en el mar o ahogándose ellos en alcohol barato, lastrados por el peso de una pena de amor. Read More