CÓMO AFINAR UN ÓRGANO

Dicen que los buhos ululan en si bemol de un modo tan preciso que los viejos organistas de capillas, iglesias y catedrales los usaban para afinar sus instrumentos. Idelfonso Pedreira, El Cojo de Pedrouzos, nunca tal cosa oyera cuando, curioso, se la comenté. Estos bulos vienen de no se sabe dónde y se van por donde vinieron, que ya se ve son más cosas de gentes librescas, individuos leídos de más, gentes que, en fin, tienen estudios por encima de sus capacidades. Y que nunca han visto un órgano y mucho menos un buho. Yo he visto un órgano, mas bien varios, aunque nunca me dejaron tocarlos. Tengo cara de sospechoso, eso ya lo sé y lo asumo, qué se le va a hacer. Quizá temían los organistas que pudiera yo causar un estropicio por tocar un par de teclas, dar un par de pedaladas o tirar de un par de pomos, o manijas, o como se llamen esos chismes que parece que abrirás un cajón y lo que abres es un mundo de sonidos. Los organistas cuidan sus instrumentos más que los cetreros sus búhos porque están más cerca de la extinción aquellos que estos. Visto lo anterior si dejaron de usarse búhos para afinar órganos más tendrá que ver con su inhabilidad, digo yo, que con la escasez. Ildefonso Pedreira cuida, mantiene y hace sonar el órgano de Santo Antoíño de Toques, que es un mamotreto viejo, desencajado de junturas y goznes, que suena soplado, afónico y agónico. Es un órgano estertóreo, como el pulmón de un fumador, que entre ahogos anuncia la muerte. Si le hiciéramos caso a Hipócrates diríamos que predomina en el organo de Santo Antoiño de Toques la bilis negra, fría y seca, y que en ese sonido depresivo vemos la melancolía del bazo, lo que los ingleses llaman spleen. El buho es un animal muy apropiado para afinar órganos, creo yo, así que seguramente sería una pena si, revisando a los clásicos, finalmente no apareciera nada al respecto. Uno no se imagina a un afinador de órganos entrando en la catedral de Rouen, o en la de Compostela, o en la Abadía de Westminster, con un loro sobre el hombro por mucho que, es una hipótesis, pudiera dar todas las notas correctas como un diapasón tropical alegre y colorido. Currito dame un la; y Currito mueve la cabeza y dice laaaaaaa a 440 Hz exactos. No, Currito, el la barroco; y Currito mete la cabeza debajo del ala, como avergonzado, y dice laaaa a 414Hz. Esto, con un buho no pasaría. Un buho estaría atento al instrumento y con esos ojazos enormes que tiene no se le pasaría que el órgano de Rouen afina a 398Hz, como todo el barroco francés. Como todo el mundo sabe. Excepto los organos parisinos que lo hacían a 415Hz, pero no por nada importante sino más bien por rencillas y envidias de los organistas de la capital con los de provincias. El buho es, además, serio, sereno, investido de una gravedad y solemnidad tal que si me dicen que cree en Dios y es seguidor de la regla de San Benito de Nursia, me lo creo. A una iglesia, o catedral incluso, entra uno con un loro como entra con un niño, temeroso de que a la mínima te la monte y acabes saliendo por patas y avergonzado. Un niño en una iglesia si chilla es que no está adecuadamente amaestrado y es siempre responsabilidad y aún culpa de sus progenitores. Sólo se les disculpa el día del bautizo y por razones obvias, aún no se les ha expulsado el maligno del cuerpo. Uno, por el contrario, cuando entra en una iglesia con un buho se siente acompañado por el abad general de los premostratenses, como poco. Sirviéndole de escolta a alguien de la casa, a un jerifalte de lo religioso y lo solemne. Yo no tengo ningún amigo organista pero si algún dia llegase a tenerlo tengo que acordarme, lo que es tomar una nota mental, que un buen regalo de Navidades, práctico y elegante, podría ser un buho que le auxilie afinando el instrumento.