UNA NUEVA RELIGIÓN

No creo en Dios, su existencia no me ocupa y si me influye es a mi pesar.

Creo, sin embargo que el ateísmo no es para todo el mundo, como las drogas. Si Escohotado se mete de todo no pasa nada malo y, por contra, acabamos con un libro estupendo. Por el contrario la mayoría de los que intentaron, están intentando e intentarán ese camino fracasaron y fracasarán miserablemente. Con el ateísmo está ocurriendo lo mismo. Creo evidente que el ateísmo se ha transformado de un vivir sin dios a un vivir contra un dios. Es decir, de facto, en una nueva religión que compite con las que oficialmente llevan ese nombre. La gente, ese ente sin cabeza, incapaz de vivir sin creencias, se ha apuntado a un mix de banalidades entre las cuales destaca el atacar a las otras religiones desde el apriorismo de que todo será mejor si se eliminan de lo público las prácticas y el discurso de los fieles de la competencia. Ese ateísmo activo y activista en realidad persigue a los infieles, que son los fieles de otras fes. Se disimula de laicismo, cuando sus manifestaciones son propias de la persecución religiosa. No se limitan a mirar para otro lado, a ridiculizar de palabra la fe o a sus creyentes, a obviar sus ideas o intentos de influencia, a criticar de palabra lo absurdo de sus prácticas. Se empeñan en el desprecio público, en el acoso a los fieles, a intentar eliminar lugares de culto y a amenazar o coaccionar a quienes practican o se confiesan fieles. En definitiva, se han convertido en una religión compitiendo por el espacio público con otras religiones. Esto es evidente si se advierte que no intentan reprimir prácticas aberrantes o ilegales. En eso los ateos -llamémosles clásicos- estaríamos todos de acuerdo. En realidad lo que existe es una batalla de ideas y valores que en la práctica se concreta en el deseo confesado de que las de los infieles al ateísmo sean completamente eliminadas, prohibidas. No me gustan muchas de las ideas de las religiones pero jamás se me ocurriría que un tipo del Opus no pueda decir lo que piensa, ya sea que se lo haya inventado él solito o se lo haya susurrado el mismo ángel anunciador. Un ateo militante no soporta eso, al igual que no lo soporta un ayatollah, siendo la única diferencia que, por ahora, los ateos intolerantes no dictan todas las leyes. Entre otras razones a la fe se la alejó del estado porque paraliza la sociedad al imponer una escala de valores estancada al reprimir a los disidentes, algo que ocurre donde los ayatollahs ordenan y mandan. Ahora mismo el estado no está reprimiendo adecuadamente la represión de ciertas ideas y prácticas por parte de lo que aún no ha sido identificado como una nueva religión que pone en peligro el fluir de las ideas. En definitiva, el ateísmo no es para todo el mundo. La mayoría de la gente no soporta vivir sin creencias y han acabado sustituyendo las clásicas por una moderna, que disfraza de ateísmo y laicismo lo que en realidad es competencia religiosa. Simplemente han sustituido una escatología ultraterrena por una terrenal. Esa gente debería organizarse adecuadamente e inscribirse en el registro de confesiones religiosas del Ministerio del Interior. Para que todo quede más claro para ellos mismos y para nosotros.

Por otra parte, mirando lo de Rita Maestre, a nadie se le escapa que ese rechazo, repulsión y hasta asco que los militantes manifiestan rabiosos por la inaceptable existencia de una capilla en ese territorio del saber que es la universidad es o bien impostado o bien merecedor de atención psiquiátrica. Nadie en sus cabales puede pensar que a una convocatoria con semanas de antelación llegue una docena de individuos con ese nivel de indignación y no sea teatral, falso de toda falsedad. Nadie se indigna hasta perder los papeles a una hora determinada un día prefijado. A nadie lleva al grito, a la amenaza y ni siquiera al enfado que en una institución de miles de personas y cientos de hectáreas haya un rincón donde quienes creen se reúnen. Lo que ocurre es que la protesta a gritos, con aspavientos y si puede ser muy áspera mejor, en estos tiempos que corren parece tener el absurdo valor añadido de hacer más justas las causas que defiende. También sabemos, pese a lo que digan, que la protesta no se dirigía contra la existencia de la capilla, sino contra quienes tienen creencias y valores en sintonía con ella. Y a nadie se le escapa que la única manera rápida y eficaz de acabar con ciertas creencias es reprimir severamente a quienes las profesan. Por eso no tiene nada que ver la lectura del poema del padrenuestro y el coño, que tanto ha indignado a algunos confesadamente religiosos, con lo que hizo Rita en nombre de la suya, también religiosa a su ateo modo. Rita y el concejal que se marchó indignado son individuos religiosos, creyentes de fes que saben incompatibles, gente en pugna por el espacio público y empeñados en eliminar las creencias del contrario. La lectura de un poema que ridiculiza una religión es perfectamente legítimo. Coaccionar a un grupo que está tranquilamente a lo suyo no lo es, sea de la religión de Rita o de la de sus adversarios.

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