FACEBOOK CUBANO

Me sopla un pajarito que en la isla maravillosa inauguran un rollo tipo facebook. Que chulada, ¿no? Estas cosas al final siempre son así. Se pasa del siglo 19 al 21 de un plumazo. Como del tres al quince cuando llegó Cristóbal en una carabela. Cuba ahora es una isla de siglo 19, que viene a ser el siglo de la idea comunista. Cuando la praxis llegó a la isla ya llevaba años matando de risa y otras patologías a gentuza en gulags y campos por todo el oriente europeo. Ahora la isla congelada en el tiempo pretende pasar del hornillo eléctrico que funciona un rato al día a las redes sociales. Del corte de suministro a las granjas de servidores y la internet 2.0. Y para eso se ha inventado un Facebook del pueblo, pero restringido a unos pocos. A los alumnos universitarios de tercer curso en adelante, previa solicitud aprobada por un comité de expertos. A los profesores de probada adhesión a los principios de la revolución. A los funcionarios de alto rango, que harán un buen uso de esas facilidades tecnológicas. Y uno, despistado, piensa que todo está al revés. Que en la isla bonita, en la que por ahora se come mal pero ya se va acabar porque están realizando el socialismo auténtico a pesar del bloqueo, han montado un chiringuito tecnológico 2.0 y aristocrático. Para la crème de la crème. El pueblo llano a tales facilidades no accede. Se reserva a elites culturales y políticas. No a las económicas porque o no hay o coinciden con las anteriores. En cambio en el mar de alrededor, que se extiende en todas direcciones hasta China y Korea del norte, el Facebook funciona exactamente como la peor de nuestras pesadillas comunistas. Todo el pueblo se apunta, todo el pueblo participa, asambleario, despreocupado, feliz de intervenir en el debate, haciendo peticiones. Discutiendo como en los soviets de koljós, de ciudad, de provincia las cosas que le preocupan. Banalidades sin importancia pero fácilmente transmisibles por medio de eslóganes. Cháchara. Todo el pueblo, como contrapartida felizmente aceptada, se halla controlado en todo lo que dice, todo lo que hace, en todas sus relaciones sociales. El gran hermano. Las palabras, las imágenes de su vida, se almacenan. Son las imágenes y palabras propias y las ajenas que uno elige porque le definen las que el monstruo tecnológico absorbe, almacena, procesa y digiere. Son las fechas y horas y lugares desde los que se hacen esos comentarios, se facilitan esas fotos. Y si el ciudadano 2.0 se pasa de la raya, si incumple la normativa, interpretada a criterio del desconocido controlador, ese ciudadano desaparecerá sorpresivamente, definitivamente. Condenado a la invisibilidad, al ostracismo más absoluto. Ese ciudadano puede haber difundido, propias o ajenas, imágenes de aquello que el sistema desea ocultar, de lo que el contrato social quiere obsceno. El ciudadano puede haber sido denunciado anónimamente como autor, coautor o responsable de actividades peligrosas. Ese ciudadano, finalmente, tiene remedios a su alcance, tribunales, juicios, procedimientos para hacer valer sus derechos. Como los hay en la constitución cubana, la koreana, la china o hubo en su día en la soviética. Usease, poesía. Por eso creo que, por raro que parezca, los que son partidarios de un cierto control previo, de un gobierno fuerte para el pueblo, pero partiendo de la base de que el pueblo no necesariamente sabe lo que le conviene, posiblemente en Cuba encuentre lo que busca. Lástima los cortes de luz, y tal. Pero se soluciona rápido, en cuantito levanten el bloqueo. Los que añoran de verdad el comunismo, todos iguales vigilados y sin garantías ¡ya no se me vayan a ningún lado, compañeros! y menos a Cuba, que está viniendo y ya llegando.

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