EL CULO DE LA PATINADORA

La patinadora, al contrario que las dueñas de otros culos, se desliza sin caminar. Tal circunstancia, que influye en toda su anatomía, lo hace especialmente en su culo, que sufre aburrido y triste. El culo de la patinadora, pese al ejercicio atlético, siempre se descuelga un poco asomando bajo la faldita del uniforme ajustado. Es su forma de pena y llanto. Atrapado bajo esas bragas orladas de lentejuelas consume las horas tristes de su existencia sufriendo las evoluciones, revoluciones y circunvoluciones de las patinadoras alrededor y junto a sus compañeros patinadores. Sufriendo las caídas provocadas por un mal apoyo, un agarre defectuoso, un giro imperfecto. De nada vale razonarle que la carrera de la patinadora profesional es breve, que en unos años gozará de la libertad y cadencia para la que todo culo nace y que todo culo merece. El culo de la patinadora tiene motivos para desesperar. Read More

EL CULO DE LA MONJA

Del culo de la Monja no hablo con conocimiento de causa. Cuando hablo del culo de la Monja, como cuando hablo de Dios, sólo especulo. Son especulaciones en las que vierto otros conocimientos, otros saberes, y los amalgamo con intuiciones y presunciones bien fundadas. Sobre el culo de la Monja, aunque hable en primera persona, sólo sé lo que me permito imaginar. Porque es un culo que está fuera de circulación, como los maravedíes y las antiguas pesetas. Sólo unos pocos elegidos han tenido acceso a algún culo de monja, generalmente personal de clerecía. Y eso sólo porque el roce hace el cariño y con los de extramuros, pues no lo hay. Read More

EL CULO ANÓNIMO

Los culos siempre tienen dueña, ama, señora, portadora. Los culos no van por ahí, solos, paseándose. Los culos, caballero, necesitan quien los menee, los airee y pasee. Si puede ser con garbo, salero y donosura, con ritmo y compás, con tempo y balanceo, pues mucho mejor. Los culos no se desplazan, agachan, bambolean y aprietan solos. Necesitan una dama, una señorita, una guarra o una puta. Una chiquilla o una mujer. Una zorra subida en tacones de vértigo o una novicia en zapatillas. Read More

TE VOY A COMER EL CULO

Te lo decía siempre: te voy a comer el culo. Te lo voy a comer. Y entonces te perseguía y, entre cosquillas y carcajadas, te mordía los cachetes. Y mirabas luego las marcas de mis dientes, que reseguías con el dedo, entre falsamente horrorizada y secretamente orgullosa. Es que tu culo, morena, acababa conmigo, con mi salud y tranquilidad de espíritu, si alguna vez la tuve. Hasta su ya lejano recuerdo me inflama y me viene su sabor a los labios. Meditaba en aquel tiempo mucho sobre culos, así en general, para no pensar en el tuyo. Pero cuando está la cosa de que no, es que no, bien lo sabe dios. Cada vez que te veía revoloteando pizpireta o escuchaba tu risa cantarina mis buenos propósitos desaparecían. Volvían al mismo lugar mis pensamientos y se disparaba a donde siempre mi mano, a revolver faldas, a reseguir gomas de bragas y costuras de panties, a levantar planos a tientas y a ciegas de las curvas de tu trasero, topógrafo del deseo. A ese culo concreto que revoloteaba a mi alrededor, a la curva de tu espalda que variaba imperceptible, levemente, hasta que de pronto era culo. Y es que siempre hubo una diferencia entre el tuyo y los demás. No se cuál, la verdad, y aunque me esmeré y apliqué en saberlo no lo supe y ya no lo sabré. Nunca fui capaz de combinar como el científico la obsesión por lo observado y esa falta de emoción necesaria y, embriagado de piel suave y curvas perfectas, nunca razoné. Era el tuyo un culo cárnico y nutricio, claramente biológico y orgánico pero rotundamente geodésico y de perfección matemática. Un culo fluído y dinámico. Quien lo veía quedaba prendado; como una droga, enganchaba. Esa lozanía, esa frescura que desprendía, ese desparpajo juvenil y neumático. Las falditas y pantalones ajustados con los que lo envolvías o adornabas lo convertían en un placer exquisito y al tiempo una exquisita tortura. Siento que también para ti, después. Pero es que mirarte el culo, simplemente saber que existía, era un continuo recordatorio de que, aun gozándolo, poseyéndolo, nunca llegaría a ser del todo mío. Lo que me dabas era todo lo que podías darme, pero apenas llegaba de aperitivo. Para abrir boca. Ñam. Ñam.

HABLALE AL CULO

Hablarle al culo proporciona conocimiento interior y crecimiento espiritual.

Hablarle al culo es ponerse en contacto con el inconsciente descendiendo a las simas de lo espiritual. Al punto en el que la carne roza al alma; siempre que por alma entendamos lo que yo entiendo: el animal más primitivo. Hablarle al culo es poner un dedo humano y racional donde se unen la pura carne y el animal que somos.

Si le hablas al culo te encontrarás con que ni atiende ni responde. Nos escapamos del culo hace milenios para ser humanos y nos desoye ahora con desprecio animal. El culo ni siente ni padece, el culo está, se halla, se encuentra y permanece. El culo nos obvia. Por eso al culo hemos de acudir, regresar. El culo no te pertenece, le perteneces, morena. El culo es anterior a tu humanidad, previo a tus miedos, a tus ansiedades, a tus neuroticismos, a tus inseguridades. El culo estaba y milenios más tarde llegaste tú. Y cuando tú te vas, cuando te duermes, cuando te disuelves en la ira, el amor, el odio o la droga, el culo vuelve porque nunca se ha ido. Reflota, reaparece. Read More

LOS BABORES Y LOS CULOS

Las mariquitas, esas muñecas recortables, tienen culo. Las dibujan de frente y con braguitas blancas y recatadas, bragas cumplidas. Y así dibujadas no se les ve. Podría decírsele imaginario, a ese culo, pero no sería exacto. No puedes dibujar un barco con chimeneas humeantes navegando el papel de izquierda a derecha y pretender que no existe babor. No los vemos, pero están ahí; los babores y los culos. Yo miraba los papeles y siempre quedaban un bordo y un culo por concretar. Ya existen, pero no han sido dibujados.

Yo soy el niño que le daba la vuelta al papel por verles el culo, la forma de las bragas por detrás y cómo cerraban los sujetadores. Aunque sólo las mariquitas más atrevidas traían sujetador, también cumplido, como bikini de abuela. La mayoría venía con camisetilla de tirantes finos que molaba menos, pero había que conformarse. A algunas la camiseta se les levantaba un poco en la barriga y se veía el ombligo. Read More

PERDIDO Y EMBRIAGADO

Podría acampar en algún punto entre tu espalda y el culo, vagar sin rumbo entre el cuello y los hombros. Podría sestear a la sombra de tu barbilla, caminar mirando a lo alto la cuenca de tus pechos. Explorar las honduras de tu ombligo y descender atrevido por tu vientre. Perderme en la selva de ese monte y avanzar lentamente, con precaución de explorador. Oír cómo resuenan en mi cabeza lejanos los tambores, la llamada de la selva, detenerme y vigilar, atento y sudoroso. Sé que recuperaría el ánimo y seguiría, perdido y embriagado, hasta encontrar, sabiéndolo ya cercano, el origen del mundo.

FUERA SOY YO

Arriba y abajo quedan separados por la marca que en la piel deja la goma de tu braga. Izquierda y derecha por la herida que llevas enterrada. Dentro eres tú y fuera soy yo, deseando entrar. Cerca es mi nariz olfateando tu cuello, bajo la oreja; lejos es cualquier otro lugar. Mucho es el deseo y poco el gramo de paciencia que me queda. Sólo ya mismo es pronto y ahora ya es tarde.

TEÓLOGA EN PRÁCTICAS

Rosana es teóloga. Y a mí, vete a saber porqué, eso me pone. Rosana, creo yo, no es para nada nombre de teóloga. Me parece más un nombre de panadera o dependienta de bisutería. Se lo digo a ella con cariño, me gustas mucho Rosana, sólo que el nombre no te pega. Nadie es perfecto, me contesta ella con una mirada tierna de cordera, sólo Dios. Yo como que me derrito porque, no sé si lo he dicho ya, Rosana está buenísima y que sea teóloga le añade mucho morbo.
Rosana tiene un culito que yo digo de teóloga en prácticas. Redondo y respingón. Un culo que camina desafiante y bamboleante desde el efímero goce de la carne hacia el razonamiento sutil e inspirado sobre la divinidad, la razón y la fe.
Pero ella es todavía un ara profana y politeísta, porque Rosana se halla confusa. Vacilando del culo al caño, del coro al coño, que si sí, que si no y todo eso. La fe, como el deseo, es cosa caprichosa y efímera, como ese rayo de luz que se cuela entre las nubes de los catecismos. Ese sol, que tanto vale para una rave de playa nudista o para la espiritual y definitiva renuncia a los demonios de la carne, tiene a Rosana indecisa y a mí en un sinvivir. Y por esos caminos transito, ausente y creyente detrás de una teóloga rubia, curvácea y neumática que es un regalo de Dios.

PARECIDA DEVOCIÓN

El deseo del culo no es una inclinación natural como la que tenemos por el azúcar o las tetas. Es un gusto para entendidos que hay que buscar y cultivar.

Tampoco al culo se llega por casualidad. Al culo se acude. Reverente, respetuoso, novicio. Como un becario en prácticas hay que presentarse ante él informado, dispuesto y humilde. Atento a lo que sucede. A los culos que pasan, a los culos que no pasan y a los culos que deberían pasar. Read More