LOS BUENOS LIBROS MALOS

Uno sabe que un libro es erótico si el autor usa las palabras bálano, palpitante, violáceo o turgente. Del mismo modo si aparecen las palabras canéfora, hetaira, aréolas o feérico eso, señores, es poesía. Dicen que a Lorca le leyeron el verso de Rubén Darío: “Que púberes canéforas te ofrenden acanto…” y exclamó: “Sólo entendí que“. Lorca igual era un poco cabrón o de poesía sabía lo justo, más lo primero, creo yo, pero doctores tiene la iglesia. Como soy un poco zote para según que cosas busco incesante e incansable reglas sencillas que me guíen en este piélago profundo que navego, aunque sin esperanza de llegar a puerto alguno. Por eso, en la costera de la poesía, siguiendo voy a una estrella que desde lejos descubro, más bella y resplandeciente que cuantas vio Palinuro: quiérese decir la canéfora, porque convendremos que donde hay humo hay fuego. La canéfora, así en general, me pone.

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