CARDÚMENES

La sardina es animal gregario pero indócil, de carácter huidizo y poco susceptible de domesticación y menos aún de amaestramiento. Viaja en cardúmenes, colectivos sin destino donde las decisiones sobre velocidad y dirección se toman asambleariamente y por instinto. Se sospecha que padece una miopía congénita y está prácticamente constatada su sordera, pues no obedece órdenes, ignora las insinuaciones y sólo reacciona a las acciones bruscas o violentas. Por tal motivo y dada su inutilidad como animal de compañía carece de interés comercial más allá de su uso como alimento de los pobres. Se comercializa en latas donde, perfectamente estibadas cara-culo en baño de aceite, como engranajes de una caja de cambios, se almacenan para su consumo diferido. Las que no caben en las latas se tiran o, en ciertas épocas del año, se carbonizan sobre tizones en una variante de algarada popular que la plebe llama sardiñada. El olor que desprende la combustión incompleta de las grasas animales reúne alrededor del fuego a cientos de humanos, miles de gaviotas y millones de moscas. Cardumen llama a cardumen.

5 thoughts on “CARDÚMENES

  1. En mi infancia pobre, allá por los años sesenta, mi madre solía traer a casa unas denominadas «sardinas gallegas», que llegaban al ultramarinos en cajas redondas de madera, aplastadas y secas. Había que pelarlas envolviéndolas en papel de estraza (aka periódico) y luego se separaba su carne y se comía entre pan, con un chorrito de aceite. Mi padre solía llevar una a la fábrica, para el bocadillo. Hace siglos que no las veo, pero en mi memoria parecen más grandes que sardinas, y no sé si serían arenques. Gallegas, lo que se dice gallegas, seguro que tampoco eran.

  2. Pueden ser arenques o sardinas, secos y a veces ahumados. Venían en «timbales» esas cajas cilíndricas de madera. Nunca lo hice pero me contaban que, entre dos papeles de estraza o de periódico se ponían entre el canto de la puerta y el marco por el lado de las bisagras y aplastándolas con tiento quedaba la piel pegada en el papel. En El norte de Europa dizque son un manjar.

  3. En mi casa se las llamaba «sardinas viejas» sólo las soportaba e ingería mi viejo. Curtido en mil batallas desde su infancia, podía ingerir cemento con tal de no pasar hambre.
    Yo las detestaba, carecían de cualquier glamour estético, y apestaban a tiempos duros.
    Ser un crío cierra los ojos a demasiadas cosas.
    Hace poco cuando trabajaba y pateaba mundos, me desayuné una cosa parecida, que a los Alemanes les parece la gloria.
    No me sentó muy bien…mis tripas no fueron capaces de sacar nada concreto de aquello. También es cierto que cuando era joven me sacaron unos cuantos centímetros del intestino llevándose con ellos el ileon, y creo que eso influye también.

  4. Yo me comería 100 de esas antes que la oreja del cerdo, o el morro. Los nórdicos en general, y los rusos, son muy de pescado seco, salado o ahumado.

  5. Una vez estando en Guangzhou en los 90, estaba más solo que la una, aquellos Chinos no eran de hablar otras lenguas y ver un tío blanco les parecía el máximo de exotismo, ya que todavía no habían explotado a exportar sus cosas por ahí y algunos nos fuimos por allá a darnos cuenta de que estábamos completamente jodidos.
    Pues pateaba yo por callejuelas cuando ví un sitio lleno de palanganas con bichos de todas clases y tamaños…tortugas, toda clase de peces, anguilas, mariscos que no sabía que existían, e insectos…muchas clases de insectos vivos…
    Estuve un rato observando para ver qué hacía el personal y luego obrar en consecuencia.
    Y sí todo era para comer.
    Pasado por la sartén o escaldado.
    Entré al lugar y dentro ví algo que ya me dejó impactado en los urinarios, estaban limpios como una patena, y además tenían hielo en vez de pastillas de olor. Mear ahí era genial…derretías el hielo con tu chorrito…
    Cuando me senté a una mesa y después de señalar la cerveza (Tsingtao claro está) el señor me agarró del brazo para ir a elegir mi comida de las palanganas, todo entre las risitas tímidas algunas, y evidentes en general de los parroquianos.
    Yo hombre vasco me dije, que cojones para eso te has metido 14 horas de avión, no vas a pedir merluza a la vasca…
    Me tentaron las tortugas, pero una de ellas me miró a los ojos, y me rompió el corazón…
    Me cebé con los insectos alacranes, cucarachas de agua, y otros que no puedo definir. Eso de aperitivo.
    Luego me pedí una especie de cigala pero sin cabeza ni pinzas…que también se come mucho en Venecia.
    Para terminar pedí algo convencional, un pato laqueado … maravilloso.
    Los alacranes fritos son muy ricos, y te da una sensación acojonante comerte un bicho bastante letal. Estos eran de color negro carbón.

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