UNI/VERSO

Desperté el otro día con una frase en la cabeza y la certeza, una de esas raras certezas que nos permiten atisbar lo que sería tener fe, de que se trataba del primer verso de un encendido poema. Como no me sale un verso ni por casualidad me impresionó mucho. Oh, dioses, qué prodigio, y ahí que lleva tres días dándome vueltas en la cabeza, oh, dioses por qué yo. Confieso que no sé cómo seguir ese supuesto poema ni qué hacer con el verso huérfano y machacón. Quizá, pienso ahora, sea ese todo el poema, como la miniatura de un haiku o un pareado muy cojo. Podría comer chicle por darle una solución a este ritornelo, que he leído que masticar interfiere con la música y va muy bien para sacarte de la cabeza esos jingles que se te pegan y tarareas hasta la extenuación. Tanto es así que lo tecleé en Google, entre comillas, por saber si era algo contagiado, algo en algún momento oído por ahí y que, como los famosos retrovirus, manifiesta ahora su infección. No me aparece resultado alguno, así que ha de ser dolencia autoinmune. Algo de música tiene la poesía, vid. Bob Dylan, y por lógica, esta lógica absurda que tan bien se presta para gestionar negocios absurdos, lo de rumiar goma debería funcionar. Pero para una vez en la vida que me sale un verso y tengo una certeza, dos rarezas que dándose juntas componen un prodigio, me duele deshacerme de él y echarlo al olvido. Es por esto que llevo todo este tiempo esperando una nueva frase, un nuevo verso que se acople al primero en fecunda unión, cosa que va camino de que no. Finalmente he decidido ponerle un título adecuado y echarlo al mundo, confiando en la clemencia de los genuinos poetas, antes de que se le pase el arroz y decaiga para siempre jamás.

UNI/VERSO
“El arrebol de tu coño rosicler.»

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