TE VOY A COMER EL CULO

Te lo decía siempre: te voy a comer el culo. Te lo voy a comer. Y entonces te perseguía y, entre cosquillas y carcajadas, te mordía los cachetes. Y mirabas luego las marcas de mis dientes, que reseguías con el dedo, entre falsamente horrorizada y secretamente orgullosa. Es que tu culo, morena, acababa conmigo, con mi salud y tranquilidad de espíritu, si alguna vez la tuve. Hasta su ya lejano recuerdo me inflama y me viene su sabor a los labios. Meditaba en aquel tiempo mucho sobre culos, así en general, para no pensar en el tuyo. Pero cuando está la cosa de que no, es que no, bien lo sabe dios. Cada vez que te veía revoloteando pizpireta o escuchaba tu risa cantarina mis buenos propósitos desaparecían. Volvían al mismo lugar mis pensamientos y se disparaba a donde siempre mi mano, a revolver faldas, a reseguir gomas de bragas y costuras de panties, a levantar planos a tientas y a ciegas de las curvas de tu trasero, topógrafo del deseo. A ese culo concreto que revoloteaba a mi alrededor, a la curva de tu espalda que variaba imperceptible, levemente, hasta que de pronto era culo. Y es que siempre hubo una diferencia entre el tuyo y los demás. No se cuál, la verdad, y aunque me esmeré y apliqué en saberlo no lo supe y ya no lo sabré. Nunca fui capaz de combinar como el científico la obsesión por lo observado y esa falta de emoción necesaria y, embriagado de piel suave y curvas perfectas, nunca razoné. Era el tuyo un culo cárnico y nutricio, claramente biológico y orgánico pero rotundamente geodésico y de perfección matemática. Un culo fluído y dinámico. Quien lo veía quedaba prendado; como una droga, enganchaba. Esa lozanía, esa frescura que desprendía, ese desparpajo juvenil y neumático. Las falditas y pantalones ajustados con los que lo envolvías o adornabas lo convertían en un placer exquisito y al tiempo una exquisita tortura. Siento que también para ti, después. Pero es que mirarte el culo, simplemente saber que existía, era un continuo recordatorio de que, aun gozándolo, poseyéndolo, nunca llegaría a ser del todo mío. Lo que me dabas era todo lo que podías darme, pero apenas llegaba de aperitivo. Para abrir boca. Ñam. Ñam.

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