SABES A LLUVIA

Tomar las cañas fuera, de pié, con pincho de tortilla o un mejillón picante, o con una cucharada apenas de lentejas. Llegando y marchando. Siempre en camino, en movimiento. Aunque llueva, sobre todo si llueve, si está lloviendo. Fumar a medias, en un portal o en la entrada de un bar, con alguien recién conocido, él o ella. Calarse hasta los huesos, con los pies encharcados y un frío glacial que no es frío, es la humedad. Por dentro y por fuera, humedades. Te miro, me miras y despedimos vapor, como los caballos, sudamos con este clima. Se me pega el pelo a la cara, se te corre el rimmel, chapoteamos en nuestros zapatos, si retuerzo las bragas, me dices, lleno un vaso. Vamos sobrados de calor, para sudar, para reír, para arder bajo el agua. Tengo las llaves, del piso, del coche, pero no llegamos, paramos a besarnos en escaparates, mejor un portal. Y es cierto lo de tus bragas y temblamos, pero ya no de frío, te siento muy cerca, al lado, debajo. Te beso y me estremezco, de piernas y manos, y sabes a lluvia, y perfume y tabaco. A todo eso, pero mojado. Y se pega mi ropa, a mi piel y a la tuya, y es imposible desnudarnos. Ni para una locura nos da. Corremos a casa, ahora buscando los charcos, sin saltarlos, pisándolos, haciendo olas grandes en lagos pequeños. Con toda esta lluvia es imposible fumar, casi respirar, y nos miran y de pronto lo siento, por tu cara no baja sólo agua, también son lágrimas. Y yo tiemblo, mirándote, porque de alegría, conmigo, no había visto a nadie llorar

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