MI CARA TATUADA

Con 25 años habría dado un brazo por una prosa excesiva y una vida corta, salvaje. Por prolongar 15 años los giros de esas ruedas. Por llenar el depósito de gasolina cada cuatro horas, por leer los clásicos en moteles, en campings, en andenes de estaciones. En ferrys que unen islas. Por amanecer en playas mirando cómo del agua sale el sol. Por anochecer en otras en las que las olas lo tragan, sin un estertor. Y acelerar de una a otra pensando en lamer de tu piel la sal de dos mares. 

Habría dado el resto de la vida por encontrarte pronto, liarte rápido, movernos sin límites, por carreteras secundarias, por caminos que nunca se acaban. Riendo, gritando. Susurrándonos. Dispuesto a dar sangre, a borbotones, a chorros. A pintar de rojo cunetas, barras, retretes, playas. Tengo más, habría gritado, y era verdad.

Por tomar tu mano en la mía para cruzar sin mirar, atravesar en linea recta la ciudad, sólo por una caña y un cigarro allí, en otro lugar, quizá con encanto, quizá con recuerdos, quizá por nada. Un lugar que molaba porque no era allí y ahora, sino rápido y lejos. Pronto.

Qué habría dado por sostener tu cigarro en la ducha, por fumar en la ventana, por sacudir las arenas mezcladas de dos extremos de españa. Por tenerte a mi lado y tocarte y desear estar lejos para correr sin aliento, y venir a buscarte. Para estar donde estaba.

Habría garabateado banalidades en papeles o en la piel de tus corvas, para luego decírselo, bajito, a la de tus labios. Y luego, qué coño, quemarlos. Son sólo para ti y habrá muchos más. Habría escrito canciones sin rima para gritarlas desde las ventanas, aunque fuesen de pisos bajos.

Habría quedado sordo por ti, en bares que abren tarde y cierran temprano. Habría matado todos los insectos por ti con los faros de un fiat. Habría perdido el sentido por la promesa de esa guía michelín para siempre en tu regazo, siempre. Por ese cigarro en la comisura de tus labios, por la cinta del bikini que se escapa, por la camiseta mojada, el cenicero lleno, la cara quemada, las manos resecas y la radio callada. La música sólo la de tu garganta.

Por tatuar para siempre en tus gafas de sol mi cara sonriente y cansada.

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