VIVIR COMO PÉREZ 002

Por las escaleras llegaron en su día los materiales con los que el Sr. Respaillet, un ya olvidado vecino del piso segundo, construyó la que fue la decimosexta radio de galena de la Ciudad. Una bella caja de madera en la que se situaba una piedra de galena sobre la cual se iba moviendo un fino alambre de metal, que los entendidos llamaban bigote de gato, para sintonizar las emisiones. El Sr. Respaillet vivió sólo unos meses y apenas dejó recuerdo. Anodino, serio, se esforzó precisamente en eso porque era en realidad un espía al servicio del Kaiser. Mas adelante llegaron otras radios, ya de factura comercial, en sus bellas cajas barnizadas, todas con grandes ruedas en el frente que al ser giradas lentamente a izquierda o derecha convertían un sonido a fritura en voces y canciones. Por la escalera se subieron exactamente setenta y cuatro radios de ese tipo, en una sucesión que hubiera permitido a un observador advertir la progresiva disminución de su tamaño. De un mueble que era casi una cómoda por no decir un piano de la primera, a la última ya del tamaño de una caja de zapatos, con las aristas y esquinas redondeadas, lacada en color crema y una tela brocada color verde desvaído tapando el altavoz del frente. Unas tenían marqueterías, como la sexta que llegó, venida directamente de Londres, con una caja de palisandro fabricada ex profeso en Bombay. El frente, casi todo él altavoz, sustituía la rejilla por un calado de filigrana en el que se veía el TajMahal en madera destacando sobre una seda burdeos.

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