A LAS ONCE Y QUINCE

Doña María del Pilar Federica Antonia Victoria de Sánchez-Alonso y Corrochano, señora de Santos-Vicente, condesa de Villalongoria y Cacharequille, es mujer de mundo aunque no esté muy viajada. Doña María del Pilar Federica Antonia etcétera lleva su casa con mano de hierro, atendiendo incansable a lo imprescindible, lo necesario y lo conveniente con la ayuda, eso sí, de un cada vez más mermado ejército de subalternos que comanda con suavidad pero firmeza. Sostiene y argumenta, si por un casual surge el tema, que ni los generales vencen batallas sin soldados ni las casas cumplen sus funciones sin el personal adecuado, por supuesto siempre apropiadamente dirigido, en su caso en busca del objetivo de la felicidad. Doña María del Pilar Federica etcétera ciertos asuntos los supervisa personalmente y muy de cerca. Los jueves, por ejemplo, baja puntualmente a revisar con Doña Arminda, propietaria de los “Ultramarinos Finos Viuda de Leandro Fraga”, las listas de la compra. En primer lugar la de su casa, determinando qué se comerá y qué no la semana próxima y dejando acordados los envíos de cada día. Luego se revisan y puntean los encargos de la Señorita Luisa, la amante de su esposo, Don Manuel de Santos-Vicente Meléndrez, a la que ha abierto cuenta que se carga a la de ella.

 

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DOS MEMBRILLOS

Tengo dos membrillos al lado de una camelia. Son árboles anodinos casi todo el año, ni las hojas, ni las flores, ni los frutos mientras crecen tienen nada especial. Y menos si los comparamos con las hojas lustrosas y las flores, prietas como albaricoques, de la camelia que es también blanca. Aún así cuando maduran y el feo peludo y cetrino se convierte en ese terciopelo suave del color de los Post-it, lo que viene ocurriendo en septiembre, acaban resultando fascinantes. Es un árbol que trabaja humilde fabricando unos frutos que al cogerlos en la mano son pesados, sólidos, compactos, regulares y que se perfuman exactamente lo justo, que es poco, no como otras frutas pretenciosas. Digamos que siendo regla canónica que las mujeres han de oler a su perfume a la distancia exacta de un velador de café y los hombres al abrazarlos, los membrillos se perfuman muy masculinos; hay que acercarlos a la nariz y aspirar. A mi los membrillos me encantan pero reconozco que no siempre fue así. Es lo que llaman un gusto adquirido; de tanto mirar su falta de presunción he acabado admirándola.

LA DENTADURA DEL PROLETARIADO

El Profesor Sabaté compró en 1965, para el Zoo de Barcelona, por quince mil pesetas al único gorila albino conocido hasta fecha, encontrado por unos cazadores en la selva de Río Muni. En Barcelona se hizo famoso y como atracción turística rivalizaba con la Sagrada Familia, que sólo interesa a japoneses, siendo la causa directa de la mayoría de los ingresos del recinto zoológico. Copito de Nieve, como lo bautizó en su momento la prensa del movimiento, se convirtió también en icono de la Ciudad Condal y vivió hasta noviembre de 2003 completamente ajeno a los profundos cambios sociales acaecidos más allá de la jaula de oro en la que pasó sus 39 años de vida. Suponemos que, como todos los que tienen un IQ por debajo de 50, vivió feliz y nos consta que murió de igual modo tras una sedación terminal que puso fin a una larga enfermedad. Tuvo veintidós hijos, de los que le sobrevivieron tres, once nietos y tres bisnietos, pero ninguno heredó la mutación en el gen OCA1A, causante del albinismo ni, aunque viven encerrados, han pasado por la cárcel. Esta mutación es frecuente en los humanos, que compartimos el 99% de los genes con los primates, algunos mucho más, pero prácticamente imposible en los gorilas. De hecho los intentos de los biólogos catalanes de conseguir un gorila blanco fueron todos infructuosos. Algún tipo de rechazo en el útero de las gorilas hembra hace inviables los embriones portadores del gen OCA1A, lo cual convierte a Copito una absoluta rareza.
De estas premisas parte la historia novelada, pero según el autor basada en hechos reales, titulada «Coñito de Nieve«, del periodista e investigador Josep Manué Piqué i Plá, publicado por Pich y Pon Editora. Piqué i Plá, en novecientas noventa y nueve páginas de realidad novelada hace desfilar por la Barcelona de nuestros días, disimulando apenas identidad y cargos, los personajes de una trama que se nos antoja fruto de un sueño lisérgico pero que a la vista de los datos y testimonios aportados tiene visos de realidad. Literariamente no añade nada a la obra, pero sí interés historiográfico, el hecho de que contra ella se haya promulgado lo más parecido a una fatua nacionalista. El Comité de Actividades Anticatalanas se pronunció públicamente contra la editorial, la obra misma, su autor, sus amigos y familiares, el perro de su novia y la señora que le hace la limpieza, una filipina que con el primer sueldo que ganó se hizo arrancar todos los dientes en el taller de un protésico para ponerse unos de plástico. La filipina sigue sonriendo, que sus dineros le costó, pero Piqué i Plá se oculta y pena en algún lugar indeterminado de la costa del sol, protegido por guardaespaldas fuertemente armados y crema solar factor 50.
La historia comienza con el descubrimiento fortuito, como todo en esta vida, hecho por un grupo de inquietos biólogos de que un óvulo fecundado con el semen de Copito de Nieve no sería rechazado por útero de una mujer. Las humanas no rechazan a los albinos, cosa que sabemos por las madres de Leslie Nilsen, Steve Martin y Richard Gere, que misteriosamente no sólo no abortaron sino que los querían. Los estudios concluyeron que una mujer humana catalana sería, para este asunto concreto, mucho mejor que el de una gorila africana subsahariana o de dónde sean los gorilas. Eso abriría la vía a la gestación de un nuevo Copito de Nieve, un nuevo gorila albino que no sólo elevaría los ingresos del Zoo, prácticamente arruinado, sino que atraería turismo de calidad a la Ciudad, llena de viajeros de mal vivir cogiendo Cabifys en lugar de taxis y alojándose en apartamentos compartidos en lugar de hoteles, como los emigrantes rumanos, cosa que se puede apreciar sólo con pasear por las Ramblas. En una cena en un conocido restaurante a la que asistieron las más altas autoridades y a la que fueron invitadas las fuerzas vivas, alguien tenía que pagar, tomaron consomé de butifarra a la trufa y la decisión estratégica de apostar por el experimento y, caso de salir bien, usar al nuevo Copito como embajador plenipotenciario del proceso independentista, paseándolo en una gran gira promocional por las capitales europeas y americanas. A la postre, uséase después del segundo plato y antes de las copas, ya se había decidido la estrategia. Varios mensajes de guasap, ese invento del vecino de Cerdanyola Josep Guasp que le fue robado por unos espías rusos, se hicieron circular por los círculos más afectos: «Se busca mujer catalana, fértil y sana, con profundo amor al país y acendrado sentimiento nacionalista dispuesta a gestar en su vientre al nuevo símbolo de la independencia. 40.000 €.» Contestaron varias emigrantes valencianas haciéndose pasar por catalanas, una rumana llamada Irina Dalcá Funar, que casi cuela pero no, y una vecina de Premiá de Mar con ocho apellidos agudos acentuados. Piqué i Plá, que da a entender que en el curso de sus investigaciones ha llegado al conocimiento de la verdadera identidad de la voluntaria, la identifica simplemente como Miss. X, y explica que puso numerosas condiciones, a saber: 1- Nada de besos en la boca. 2- La garantía por escrito de que la descendencia sería escolarizada en catalán. 3- Dos semanas, desde la firma del contrato, para juntar los 40.000 € 4- Unos análisis de ETS. Las durísimas negociaciones, en las que llegaron a intervenir mediadores internacionales, se prolongaron durante meses y, finalmente, la voluntaria tuvo que ceder en lo de los análisis pero consiguió una rebaja en la mordida del 3% nominal al 2,40% TAE sobre el neto de la operación antes de impuestos. Para facilitar las cosas se ejerció presión política sobre una entidad bancaria afecta que accedió a prestarle el dinero a Miss. X a Euribor +1,50% sin comisión de apertura y con garantía hipotecaria sobre el panteón familiar. Las pruebas para obtener embriones, con una cierta tristeza por parte de la voluntaria, se hicieron lógicamente in vitro. Nadie le había informado de que Copito había palmado años antes de una sobredosis compasiva con una beatífica sonrisa de filipino en el rostro. Al tercer intento se consiguió un embrión perfecto, sano y portador del gen OCA1A. Tras la implantación todo fue bien durante unos meses y los involucrados, personal científico, mandos políticos, fuerzas vivas económicas y preclaras mentes pensantes de la intelectualidad, se congratulaban y, por guasap, ese invento de Josep Guasp, se enviaban las ecografías con las que regularmente se iban verificando los avances acompañadas de mensajes congratulantes expresando cuán congrato les resultaba a todos ellos el asunto todo. Piqué i Plá nos cuenta, con minucioso detalle que aporta verosimilitud al relato, el modo en el que Miss X descubre con horror que en el laboratorio se produjo en su día una confusión. El embrión no había sido fecundado con semen de Copito de Nieve sino con el de un expresidente de la Generalitat. «Es que se parecen mucho«, escribió la bióloga Mónica Segura Fallarás en su nota de suicidio, o aparente suicidio, se supone que refiriéndose a los frascos en los que se guardan las muestras biológicas o a las muestras en sí mismas y no a otra cosa, lo cual habría sido una imperdonable falta de respeto. Miss X, horrorizada, manifiesta en una tensísima reunión en el Palacio de la Diputación, que jamás permitirá tal aberración, que ella es de la CUP a muerte y que antes la muerte que parir un delincuente. Ni los ofrecimientos de rebajarle el diferencial hipotecario, quitarle la cláusula suelo o reconocer, mediante un cambio normativo apresurado, a la familia mono parental los beneficios de la numerosa de primer grado consiguen calmarla. A continuación los abogados se enzarzan enviándose burofaxes. Amenaza el de Miss X con el art. 7 de la Ley de reproducción asistida; la madre no es, en el derecho español, quien aporta el material genético sino quien pare a la criatura, lo cual supone que podría perfectamente pedir escolarización bilingüe. El gabinete jurídico de la Generalitat contesta con un largo informe en el cual estima que existen razones fundadas para retirarle la custodia y la patria potestad. Retruca la madre gestante con la posibilidad, dolorosísima para ella, pero hasta ahí estaríamos dispuestos a llegar, de empadronarse en Zaragoza, lejos de las garras de los tramposos. El Govern presenta en el registro del Parlament la propuesta de una Ley de Extradición de Madres Gestantes, anexo de la Ley de Normalización de Aberraciones Lingüísticas. Ambas partes se acusan mutuamente de judicializar el asunto, ofrecen diálogo, manifiestan su disposición al acuerdo y amenazan con acciones judiciales y movilizaciones populares. Finalmente todo queda en nada cuando una homeópata profesora de reiki nudista descubre lo que se les ha pasado por alto a los doctores que tratan a Miss X: se trata de un embarazo psicológico, de un caso de neuroticismo extremo. Las muchas ganas gastan malas pasadas. En la Corte Internacional de París, reconocido tribunal de arbitraje en asuntos de comercio, se sigue aún hoy, bajo estrictas normas de confidencialidad, el litigio entre Miss X, el Zoo, varias instituciones oficiales y los herederos de Copito de Nieve representados sus intereses por la Sociedad Excursionista Catalana. Pleitean sobre la devolución de los 40.000 €, la custodia del material genético restante y la herencia del gran mono blanco. Expertos consultados por Piqué i Plá afirman, of the record, que quedan años de alegaciones y pruebas pero el caso pinta mal para la madre. En esta historia, como se ve, nadie es feliz excepto Copito y la filipina, quizá por lo del IQ, quizá porque a ambos se la sopla todo. A Copito porque a todos los muertos cuando se les hace presente la posteridad ya no tienen el cuerpo para alegrías ni penas. A la filipina porque los dientes de plástico no se pican, puedes lavarlos en el friegaplatos y en el sexo oral no hay que andar con tantos miramientos. Y todo ello por un módico precio, quince mil de las antiguas pesetas, lo mismo que en su día costó Copito de Nieve. Un chollo.

DE SOUSA & FILHOS

Me han contado la historia de un portugués muy rubio, quizás teñido, que viene a las playas de Ferrol —Pantín, Vilarube, El Baleo— a hacer surf montado en un estupendo coche fúnebre. Mete en el amplio maletero las tablas, los neoprenos y la tienda de campaña y conduce desde quién sabe donde hasta nuestro paraíso surfero del noroeste. Sabemos que los coches fúnebres llevan en los laterales unas barras en las que de ordinario se cuelgan las coronas; el tipo, en las suyas, cuelga la toalla húmeda, la cantimplora, las gafas de sol y el escueto bikini rosa flúor de su novia. El coche, azul diplomático, un azul profundo con tonos grises de mar océana, sigue llevando la crucecita de inoxidable sobre el techo, encima del parabrisas, y mantiene los rótulos.

AGÊNCIA FUNERARIA NOSSA SEÑORA DO CARMO

Diamantino de Sousa & Filhos, Unipessoal Limitada

Sin motivo alguno pienso que no dobla, que el auto ha sido retirado del servicio, quizás con una ceremonia adusta, como los barcos de guerra cuando, ya desartillados, han de pasar a la vida civil. Pero la realidad siempre suele sorprendernos, así que posiblemente durante la semana siga sirviendo de barca de Caronte. Y el rubio, vestido de traje oscuro, camisa blanca y corbata negra, pase muchas horas esperando a la puerta de iglesias manuelinas, ansiando el final de interminables funerales de corpore insepulto, buscando el momento de montar el aparejo en el maletero, a la novia en el asiento del acompañante y acelerar cara al norte oyendo a los Beach Boys. Chasing Waves, babe. Estas cosas, siempre tan absurdas, no sé por qué me las cuentan a mi. Al final acabo soñando con portugueses teñidos, enterradores con chanclas, novias surferas con bozo, alertas de apps de surf forecast interrumpiendo funerales. Eso cuando no me desvelo pensando si el tipo es Diamantino, el fundador de una dinastía, o uno de sus hijos, quizá el menor, el más rebelde, que tiene una doble vida. También pienso que puede ser que sueño que me las cuentan y en realidad me lo invento todo. El nombre del rótulo, Nossa Señora do Carmo, patrona de las gentes todas de la mar, surfistas y tripulantes de submarinos inclusos, es demasiada casualidad para ser verdad. Todo ello me lleva a pensar que debería ir a Pantín cuanto antes, y acabar con estas dudas, encontrar todo lo que hay de cierto, para lo cual he instalado una app que me avisará en cuanto vengan las olas buenas.

EL CFP

El Club Fluvial de Parga se mueve entre dos aguas debatiéndose entre el eufemismo y la publicidad engañosa, entre lo obsoleto y lo vintage. El CFP es, salvando las distancias, como la cocina de mi tía, todo formica y duralex, pero con Cinzano y Fundador en lugar de Minipimer y Flanín. Al CFP le presta mucho el río, manso y verde y como distraído y sin intención, pasando a su lado como quien pasa por ahí. Tener un río es cosa que no está al alcance de cualquiera y yo creo que eso los ríos lo saben; saben que lo decimos de una ciudad o un pueblo, o de un club fluvial, tiene río, y no les da ni frío ni calor. Sin embargo quién disfruta las riberas dice y se dice tengo río y se hincha y, en ocasiones, se duerme en los laureles. El CFP, verbigracia. A la vera del Parga, que es el río taciturno y hasta melancólico del que hablamos, crecen árboles altos y sanos en perfecta simbiosis; de día, los días claros, se miran en el espejo de sus aguas, como las mozas presumidas en los escaparates, y de noche, en las noches largas, le hacen reverentes el pasillo, como los guardias a los presidentes o los futbolistas a los campeones que vienen del vestuario. Yo no sé de dónde viene el río, distraído y pensativo, pero lo imagino flaneando entre prados y arboledas y tropezando con esas piedras que se les atraviesan a los ríos en los cauces y les tuercen el carácter. Luego, al acercarse al CFP, se mete bajo el puente de la carretera que nos llevaría a Friol y con sus arcos de piedra se peina y del otro lado sale, igual de indolente pero arreglado para la ocasión. La indiferencia, esa desgana que tienen las nubes, las olas del mar o el sol inclemente, no está reñida, en el caso de los ríos, y menos en este, con una presunción muy del estilo del pueblo por el que pasa, muy de arreglarse por el qué dirán. El CFP languidece manso a la vera del río, con escalerillas oxidadas, toldos raídos y vajillas desportilladas, que las obras del hombre, por regla general, carecen de la autoestima de la naturaleza y envejecen malamente. En el CFG tienen a disposición del distinguido público, cortesía gremial, folletos esmeradamente encuadernados con las vedas de cada especie y las tallas mínimas y un anexo con las sanciones que prevé la legislación vigente para el supuesto de contravención. Los peces se las saben, creo yo, porque nadan perezosos resiguiendo la línea de las sombras de los árboles, con esa chulería lenta del malevo que se gusta. Lo mejor del CFP es la ternura que despierta en el visitante el quiero y no puedo en que se ha convertido y que quizá siempre ha sido, y el río y los árboles y la hierba verde y fresca que lleva al puente. Lo peor, otra constante, el café. 

EL AROMA DE LA PRIMAVERA

Al llegar a una ciudad lo que hay que hacer es salir del hotel, quizá con hambre, y caminar sin rumbo. Parece contranatura buscar perderse pero ese es el inicio del éxito de un viaje, lo cual es de general conocimiento de los señores exploradores que en el pasado han sido. Una vez perdido, asunto que lleva su trámite que no conviene apresurar, es el momento de levantar la cabeza y, ahora sí, como diría una guía de viaje, que para algo han de valer a más de impresionar a las visitas, en unión de otras,  desde su plúteo en el salón, flanear por las callejuelas tomando la temperatura de la bulliciosa urbe. O todo lo contrario si el viajero ha encarado el norte, hacia donde mean los perros, porque todos sabemos que el bullicio es asunto que aumenta en razón inversa a la latitud. Es ese el momento de reencontrarse, tomando como guía las pistas que lo urbano va dejando, como miguitas que orientan el camino a casa, porque esa es la definición de perdido. Pongamos que, de pronto, se encuentra uno en la Calle del Divino Misterio, concretamente en el 52-duplicado, planta baja, Bar Cascabeles. No cabría la menor duda, caso de que eso se hubiera o hubiese producido, de en qué ciudad está, provincia arriba, provincia abajo.

—¡Ese fenotipo tuyo, Aurora, me la pone como el sable de un dragón!
—¿Tú estás seguro de eso, Orestes?, los dragones no llevan sable.
Orestes busca en el Google la imagen de un dragón, esos soldados, también extintos, de casaca roja y sable brillante y caballo galopante. Aurora se aquieta y entiende, o intuye, mientras mira la pantallita, la poética ferocidad del deseo de Orestes, que le mira las tetas a las oficinistas que pasan buscando dónde almorzar. Orestes, eso se ve, es un tipo feliz que le ha encontrado el sentido a la vida, oculto tras las cosas pequeñas y aparentemente banales, como las lagartijas y los escorpiones, que se esconden bajo las piedras que el sol calienta. Yo, que le veo la calvicie y la barriguita y la carpeta con el logotipo del ayuntamiento, creo que Orestes es, pese a la aparente doblez de su juego, más poeta que vividor, donde poeta viene de poiesis, uséase, que se va inventando las cosas según van siendo necesarias, a su conveniencia, lo cual no le quita ni le pone defecto alguno, que esas trochas las andamos todos. Aurora, a la que el requiebro no solicitado pilló a contrapié y me temo le llevó a pensar en Dragón Ball, parece un poco sorprendida y revuelve el café, que sirvió la rubísima camarera ucraniana, con la mano izquierda, con la que, efectivamente, se la ve algo torpe. Daría la impresión al observador poco atento que el uno piensa en ciertas cosas y la otra en otras; quizá, sólo quizá, en las tetas, así en general y abstracto él y en una Pokeparada concreta y cercana ella.
—¿Nos vamos?
—Si, ya son horas.
La terraza del Cascabeles sin Aurora y Orestes parece otra. El amor, siquiera sea un amor imperfecto, desacompasado o incluso imposible, pone en el aire aromas a primavera que se van, por la Calle del Divino Misterio, cogidos de la mano. Yo quedo un poco triste con su marcha, porque soy de alma sensible, y pido otro café y tomo nota mental de que es el peor que he tomado en mi vida, pero con mucha diferencia, por si pudiera servirme en el futuro para un cuento o algo.

LA LíNEA IMAGINARIA

Circula por las calles, unos a pie, otros andando, peña de lo más variopinta y que hacen bueno lo de que hay gente pa’ to’. Sisenando García, pinchadiscos los veranos y ayudante de pastor los largos inviernos serranos, sufría mucho porque le sobraba una pierna, la izquierda, por más concretar, pero sólo de la rodilla para abajo. No es el caso de que Sisenando tuviera más piernas de lo normal, que aquí, y más o menos en todas partes, vienen siendo dos. Él tenía sus dos extremidades tan normales, como usted o yo, pero, según explicaba, le sobraba una. Estas cosas no se entienden mucho, la verdad, pero quién es uno para decirle a nadie cómo tiene que ser o sentirse; lo educado es escuchar con atención y respeto. Sisenando te lo explicaba con mucha expresividad, pasando el dedo por la línea imaginaria, que sólo el veía, que separaba el hasta aquí sí del más allá no, intentando hacerte entender lo que para él era evidente. Yo soy muy de la libertad y tal y si me dices que te sobra una pierna, que esa cosa que te cuelga de la cadera no es más que una indeseable excrecencia, pues mira, allá tú y tus cosas. Luisa, la de la peluquería, cuando se separó vendió en coche y se fue en bus a la ciudad a ponerse tetas, como las rubias de las revistas, y a todos nos pareció perfecto, digo por poner un ejemplo. Y lo de los judíos, que por lo que aquí se cuenta se cortan todos la punta del capullo, pues igual de bien. Si piensan que Dios dejó el muñeco de barro mal rematado y llevan a gala quitarle la rebaba qué nos vamos a meter nosotros. Aquí no hay ninguno, que se sepa, pero no creo que a nadie le importase que viniesen a pasearse así, con la minga podada, siempre que no se empeñaran en judaizar llevándola al aire. A Sisenando no había quien le hiciera razonar y le dio por recoger la pierna sobrante doblada contra el culo con unas correas y caminar con muletas, haciendo como si no existiese. A la larga los apaños nunca satisfacen, porque son apaños, y eso pronto dejó de servirle de alivio. Nada hay más importante que conocerse a sí mismo, decía el sabio, y si echas cuentas y ves que falta lo que tiene que haber o sobra mucho de lo que hay, pues toca poner remedio. En general todos queremos más, como Luisa, o el mismo Adolfo el de la ferretería, que se hizo un JesXtender mirando la foto de una revista y a poco se arranca la polla, pero eso quizá es que estamos atrapados en una sociedad consumista y nos extrañan los que quieren menos. A mi eso no me cuadra, la verdad, pero todo puede ser. Cuando Sisenando empezó a decir, dejándolo caer aquí o allí en conversaciones casuales, que se la iba a cortar con una motosierra o tumbándose al paso del tren, al principio lo tomamos a coña pero luego cundió la preocupación. Su madre hizo una novena a San Antonio y su padre le quemó las muletas y lo llevó, a hostias, a ver al médico. San Antonio la dejó correr, será que no lo tenía claro, y el médico no vio razones que aconsejaran intervención de ningún tipo y menos la amputación. Quiérese decir que, revisado por la autoridad sanitaria, Sisenando no tenía piernas supernumerarias, algo que estaba corrido como posible explicación. Más que como solución como temporal componenda, y a la espera de algo mejor, su padre y dos tíos empezaron a turnarse para que alguien estuviese siempre con él, no fuera a hacer la barbaridad prometida. También guardaron la motosierra bajo llave y escondieron la gasolina, abundando en la prudencia. Se postularon numerosas explicaciones en la barra del Mesón Angelito y en los corrillos al salir de la iglesia y según la freudiana Sisenando, de niño, anduvo salido por una coja, o algo así, y eso le dejó tan marcado que de ahí el ansia por la motosierra feroz. Qué tendrá que ver una cosa con la otra es, pienso yo, lo que llaman el misterio de la ciencia, en el que crees o no crees. Yo no creo. Un día, antes de alcanzar un consenso general sobre las causas y sus orígenes, en las fiestas de Febrero, los mozos convencieron a Sisenando de que por cien duros le cortaban la pierna. Cuando escapado de sus vigilantes apareció feliz a la cita, con un billete de quinientas nuevecito con la cara seriota de Rosalía, lo agarraron entre todos y lo echaron al río, al que poco le faltaba para congelarse, y de seguido marcharon a gastar la pasta en vino. Me creerán o no, allá cada cual, pero a Sisenando se le pasó la tontá por una temporada larga. Y a partir de ahí, cada vez que le venían las ansias y la pierna le empezaba a sobrar, al río que lo echaban. En los pueblos algunas cosas se arreglan con tratamientos tradicionales que, en ocasiones, tienen sólido fundamento científico.