UN NUEVO DÍA

Qué bonito, meterse en cama aún de día. Oír ya debajo de las sábanas los primeros sonidos de la noche. Es como estar enfermo sin que duela nada. Como volver a ser pequeño. Abrazarte es hacerlo a un oso de peluche que nunca tuve. Antes quería ser mayor, probablemente. Ahora, probablemente, ya no lo quiero. Si estás tranquilo y feliz duermes como un plomo. Y empiezas tan de pronto, que el instante exacto se te escapa. No hay nada que duela demasiado, ni en el cuerpo ni en el alma. No hay nada que revuelva las sábanas.

Entonces, por la mañana, despiertas hasta cansado de dormir. La desconexión ha sido demasiado profunda y te sientes como los astronautas que viajan congelados en las naves espaciales. Ha pasado toda la noche, o un montón de años, quizás. Mirarías el reloj o el calendario. La sensación del cuerpo llega después, poquito a poco. Primero se despierta el cerebro y va recomponiendo las conexiones con los miembros. The cock, morning’s trumpeter, según Shakespeare, es el primero, siempre urgente. Luego las piernas y los pies. ¿Porqué los brazos tardan tanto?

Abro un ojo y te veo poner las bragas, que transparentan la raja del culo. El sol ilumina un nuevo día. Acaso también un nuevo año.

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